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Tus preguntas sobre los Santos

Santa Filomena

Más sobre la lápida de Santa Filomena

Más sobre la lápida de Santa Filomena

Pregunta: Dicen que la lápida de Filomena (ya volvió el pesao con lo mismo) estaba al revés porque se acostumbraba a empezar a pintar por la del medio... vale. Pero si te fijas, ¿o me equivoco yo?, todas las lapidas de los corposantos que he visto ¡son una sola piedra! A veces se nota que intencionadamente son una sola piedra porque escriben todo amontonado, casi sin espacio... ejemplo: nuestra querida Munditia. Soy devoto de su lápida. España.

Respuesta: Volvemos con la querida Filomena, sin la cual, una parte de lo que es el blog no sería ni tan interesante ni tan polémico para más de uno. La tipología de lápidas es tan variada en lo que concierne a las catacumbas, que es difícil en realidad establecer una pauta o canon más allá de la repetición de símbolos paleocristianos o fórmulas conocidísimas como el “pax tecum”. Tenemos lápidas para todos los gustos, desde la extensa narrativa de la lápida de Mundicia, donde se nos da mucha información, hasta aquellas en las que sólo aparece el nombre, como la de Grania. Y desde luego que hay variedad de tamaños en cuanto a estas lápidas. Dentro de esa diversidad hay que aceptar que no hay una norma fija -estamos hablando de varios siglos de utilizacion de las catacumbas- y por eso la de Filomena, dentro de lo especial que es, no es menos buena por ser diferente.

Normalmente, como tú has dicho, suelen ser de una sola pieza y esto se observa por el abigarramiento de la inscripción, concentrada para aprovechar el máximo espacio posible. Pero no son las únicas, y ahí están no sólo la de Filomena, sino también la de Noeti –de la cual hablaba el Dr. Miravalle- que también estaba fragmentada en piezas. Además, tienes que tener en cuenta que estas lápidas han sido intervenidas en procesos de recuperación que poco tienen que ver con una metodología arqueológica rigurosa y respetuosa con el patrimonio. El período de extracción de estos cuerpos en las catacumbas abarca los siglos XVI-XIX y no había los conocimientos que ahora se tienen para realizar una adecuada excavación que no dañara el material extraído y recogiese la mayor cantidad posible de información. Así, muchas lápidas fueron rotas, estrelladas, tratadas con poco cuidado y hasta rayadas y pintarrajeadas por encima. La lápida de Mundicia, por ejemplo, parece estar recortada artificialmente, y se ha eliminado el resto de la piedra, algo impensable hoy en día para un arqueólogo serio, aun cuando los restos eliminados no contengan texto. Otros ejemplos: la lápida de Minia, que fue grabada por detrás, y la propia lápida de Filomena, que ha sido rayada con lápiz al lado de cada uno de sus símbolos. Vamos, que de lo que había, a lo que hay ahora, muchos tumbos y chapuzas se han dado. No hay que olvidar que se trabaja sobre un material que ya ha sido dañado e intervenido.

Pero volviendo a tu pregunta, ya sabes que el Dr. Mark Miravalle habló en su informe acerca del presente estatus eclesial de la Santa (disponible en este blog) acerca de la controversia arqueológica, y ya expuso que la probabilidad de que la lápida fuera reutilizada era nula. Que se trate de una lápida sorprendentemente grande y alargada –en comparación con otras, se entiende- no es frecuente pero tampoco es imposible, ni por ello se ha de pensar que sea falsa o reutilizada. Para muestra, un botón: ahí tenemos la lápida de Santa Vibiana, mártir de las catacumbas, que se venera en la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles en LA (USA): aproximadamente es igual de larga e igual de ancha que la lápida de Filomena, aunque en este caso la inscripción es más larga –y NO ocupa todo el espacio disponible- y los símbolos se reducen a una sola corona. Esta lápida se rompió y las líneas de fractura vienen a caer, casualmente, más o menos por las mismas zonas por donde se fractura en tres la lápida de Filomena. La inscripción de Vibiana abarca la longitud de la piedra -sin abigarrarse-, por lo que fue concebida como una unidad, pero que después fue fracturada, a juzgar por la limpieza del corte, por los que la extrajeron o durante el traslado de la misma.

El caso de Vibiana y de Filomena viene a indicar que existían diversos tamaños de cubículos y que su aprovechamiento fue diverso, existiendo lápidas pequeñas y grandes, cuadradas y rectangulares. Que en el caso de Filomena ésta viniese a fragmentarse es algo que el Dr. Miravalle ya ha explicado y a él me remito: la lápida de Filomena fue también concebida como una unidad –por la inscripción, que empieza por la mitad y acaba por el principio- pero probablemente fue necesario fragmentarla en tres para su adecuación al lóculo. Es un caso difícil de explicar, realmente, pero no tanto como para que ello comprometa la autenticidad de la lápida. No olvidemos que el vaso con sangre se había pegado a la argamasa de las piedras y al ser separadas fueron los excavadores –imposible llamarlos arqueólogos- quienes lo rompieron, haciendo necesario trasladar posteriormente esa sangre a un nuevo recipiente: esto vino a desmentir que el vaso estuviera ya roto, y fue otro de tantos argumentos válidos para demostrar que el lóculo no fue reutilizado.

Estando demostrado que lápida, huesos y sangre de Santa Filomena son auténticos y que ello prueba su martirio, enredarse en cuestiones y argumentos retorcidos sobre tipologías de lápidas me parece un poquito forzado. También hablamos de una lápida que es muy rica en símbolos, pero eso es también normal –en la lápida de Grania se cuentan también siete símbolos- y las inscripciones indistintamente pueden ser largas o cortas –compara por ejemplo el MINIA IN SOMNO PACIS con el larguísimo epitafio de Mundicia o, por poner otro ejemplo, el de Inbenia, también algo extenso-.

A esto súmale que quienes escribían las lápidas –los lapidatores- no eran precisamente Cicerón ni Tito Livio, y de ahí que sea más que frecuente que la letra que ellos emplean –la capital cursiva en su mayoría- sea mala, se tuerza, se amontone, cometan faltas de ortografía, calculen mal el espacio o hasta tracen auténticos garabatos y tachones.

A modo de conclusión: sin ningún problema se puede admitir que la lápida de Santa Filomena es especial, curiosa, llamativa, pero a fin de cuentas, auténtica y perteneciente a su dueña, por decirlo de algún modo. Aquí lo que nos falta es disponer de un corpus con todas las inscripciones y lápidas de los mártires de las catacumbas –probablemente exista, pero lo desconozco- y empezar a verlos uno por uno, pero siendo verdad, como ya decía, que en varios siglos de utilización de las catacumbas, no se puede pretender que todas las lápidas sean iguales en formato. Definitivo es, haya lo que haya en la lápida, que había una mártir tras ella. No hay que olvidar tampoco la infinidad de cuerpos cuya lápida no tenía nada, no traía su nombre, o aquellas que fueron rotas por la torpeza de los currantes (más de una habrá). En ese sentido es una suerte que la de Filomena haya llegado para suscitar todas estas controversias, porque donde no hay nada, nada se discute, y siempre es mejor tener algo, que no tener nada.
En fin, pax tecum, Filumena.

(En la imagen, las tres piezas de la lápida de Santa Filomena, que se pueden ver en el Santuario de Mugnano del Cardenal, Italia).

Meldelen

Me parece bien, la exposición clara y concisa, pero me quedo en lo mismo.

1. Las lápidas conocidas podrán estar hechas trozos, pero hasta ahora no se habla de ninguna, estando puesta y con el santo dentro, ya estuviera hecha trozos mal puestos y sellados.

2. Las lápidas "arregladas" lo han sido al quitarlas, al trasladarlas o ubicarlas para la veneración (mi Munditia), no antes de sellarlas con el santo dentro.

3. Noeti no se vale, estaba hecha más trozos aún y ni siquiera se sabe que es eso de "noeti".

3. Lo único cierto es que hallaron una lápida que decía lumena pax te cum fi. Si la viramos puede decir tambien cum fi pax te lumena... (esto lo digo con ironía, que ese texto no tiene sentido. me han halado las orejas por ello)

O empezaron a escribir por el medio (Antonio me ha dicho que afirmar eso es una bobería; pero ya lo sabía, nadie escribe por el medio), o luego de escrita tuvieron que recolocarla porque no cabía, y el albañil la puso mal aposta IndecisoIndeciso , aunque no se entendiera lo que había escrito. Era un tipet que no valía dos pesetas o la recompusieron a la fuerza, sea quien sea.

Ramón, el mismo que hizo la pregunta.

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (VII)

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (VII)

“A la vista de este nuevo milagro, muchos se convirtieron, y la gente empezó a cambiar de vida y tomar el camino de la Fe en Jesucristo. Temiendo serias consecuencias, el tirano ordenó que fuera decapitada sin más demora. Es así como mi alma voló triunfante y gloriosa al Cielo, para recibir de mi Esposo Jesús la corona de la virginidad que para preservarla me había costado sufrir varios martirios. Esto ocurrió el 10 de Agosto, era un viernes a las tres y media de la tarde. Por lo tanto, como ya te lo he contado, el Altísimo quiso que mi traslado a Mugnano se realizara en este día, con tantas señales de la ayuda del cielo, que Él quería que fueran conocidas de ahora en adelante".
Hasta aquí es donde llega el texto de las supuestas revelaciones de la mártir a Sor María Luisa de Jesús. Por fin se acaban los tormentos y llega la muerte por decapitación, que era el fin más probable y frecuente de todos los mártires. En alguna otra versión de la leyenda –no lo olvidemos, no hay un texto unitario y “oficial”, de modo que eso le resta aún más credibilidad – se especifica que Filomena fue decapitada con un hacha, lo cual está muy bien indicarlo, ya que pocos saben que las espadas con las que suelen aparecer los mártires (ver imagen adjunta) son espadas cristianas medievales, en nada parecidas a las espadas romanas, que no servían para decapitar, por lo cual siempre se empleaba un hacha. Este pasaje es el que más se aproxima a la realidad, puesto que Filomena es mártir y como tal es muy probable que muriese así, por la presencia del vaso de sangre junto a sus restos.

Más detalles: es hermoso hablar de corona de virginidad preservada, pero la dura realidad es que en Roma las vírgenes no podían ser ejecutadas ni torturadas, por lo que se ponía fin a esta virginidad antes de comenzar el proceso. Ya hemos hablado otras veces de esto, no insistiré más en ello. Por otra parte, la precisión de la fecha, día, mes y hora, es risible; ya que el calendario que actualmente usamos ha sufrido diversos desfases y alteraciones desde época antigua, por lo tanto, las fechas no coincidirían respecto el cómputo de aquella época. Además, hacer coincidir precisamente el día del martirio, con el del traslado de sus reliquias, es un tejemaneje habitual a última hora que hemos visto en muchos otros casos. Este tipo de efemérides también se ven alteradas con el transcurrir de los siglos y el cambio del cómputo del calendario. Digamos, simplemente, que escogieron colocar el día del martirio el mismo que el de la traslación de las reliquias, a falta de datación en la lápida. Y además, no olvidemos que el día y la hora es puramente simbólica: viernes, tres y media de la tarde, apenas media hora después de la tradicional hora de la muerte de Jesucristo en la cruz.

En general, podemos concluir que:

1.- La leyenda de Santa Filomena es una construcción del siglo XIX y no procede en modo alguno de “revelaciones” auténticas y privadas, como se ha pretendido mostrar. No quiero decir con esto que Sor María Luisa de Jesús, o quien esté detrás de esta construcción, tuviera malas intenciones o pretendiera el engaño cuando lo redactó: no cabe duda de que sus intenciones eran buenas y debió creer justificado promover el culto y la piedad de la Santa elaborando una leyenda para la misma, para la cual se sirvió de dos fuentes básicas:

a) Los símbolos de la lápida de Santa Filomena, interpretados según convenía para la sucesión de supuestos tormentos.
b) Los tradicionales relatos legendarios de las vírgenes y mártires, presentes en la hagiografía cristiana desde la edad tardoantigua, y de gran éxito durante la Edad Media.

2.- La leyenda de Santa Filomena recibió el imprimatur de la Santa Sede única y exclusivamente porque no contenía nada contrario a la fe, pero en modo alguno obligaba a ningún creyente a creer en ella, ni aventuraba que fuese en algo verosímil a nivel histórico. Dicho relato responde a deseos piadosos y de lectura puramente devocional, pero no es un relato válido como fuente histórica ni es un elemento indispensable creen en él para tener devoción a la Santa. Por tanto, quien dice que hay que creer en las revelaciones para creer en Santa Filomena, se equivoca. Y aún se equivoca más quien pretende augurar castigos divinos por no creer en algo que ni la Iglesia te obliga a creer.

3.- La leyenda de Santa Filomena ha difundo numerosos errores históricos, etimológicos e iconográficos de una gravedad vergonzosa para el siglo en que se elaboró, y para nuestro presente siglo, en el que se sigue difundiendo. Ni el nombre de la Santa es lo que dicen que es, ni los símbolos de la lápida representan necesariamente todas esas torturas, ni por tanto, deberían representarse como instrumentos de martirio en la iconografía de la Santa.

4.- Por último, y si todo esto no fuera suficiente para desacreditar la veracidad histórica de este relato y demostrar la no necesidad de los devotos de Santa Filomena de seguir atándose a semejante “cuento de Calleja”; decir que las recientes investigaciones sobre los restos de la Santa, realizadas en 2005, atestiguan que se pueden datar en el año 202 d.C…. es decir, más de cien años antes de la datación tradicional, y mucho antes de que el mismo Diocleciano llegase al poder; sin que esto altere para nada las consideraciones históricas de las provincias romanas que ya he indicado. Los interesados pueden dirigirse a Monseñor Braschi, rector del Santuario de Santa Filomena, pues ha sido él mismo quien ha divulgado este nuevo dato.

Finalmente, sólo recordar que desde este blog y por parte de sus autores jamás se ha dicho que Santa Filomena sea una santa inexistente. En absoluto. Reconocemos la existencia y veracidad histórica de Santa Filomena, virgen y mártir de las catacumbas, cuyo cuerpo fue hallado con todos los indicios de un martirio. Nadie, absolutamente nadie, está obligado a creer nada más que esto, pues es lo único que puede demostrarse. Y por tanto, no nos va a venir ningún castigo divino por no creer en unos datos que –con perdón- son un insulto a todos los historiadores, arqueólogos, paleógrafos, filólogos clásicos e iconógrafos que han invertido su talento y sus vidas enteras en que tengamos un legado cultural decente sobre la Antigüedad cristiana que transmitir a nuestros hijos.

Meldelen

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (VI)

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (VI)

“El tirano, furioso y desesperado, gritó que todo era magia y hechicería, y más obstinado que el Faraón con Moisés, ordenó que fuera atravesada por flechas y arrastrada por todas las calles de Roma. Pero cuando me vió atravesada por las saetas, desfalleciendo y muriendo me lanzó cruelmente a prisión, para que muriera desamparada sin ningún auxilio.”
No sé si en época de Diocleciano las comunidades cristianas tendrían noticia del relato de Faraón y Moisés, que es tradición del pueblo hebreo. En cualquier caso, es más probable que primero la arrastrara por las calles de Roma y luego la hiciera flechar, no al revés, pero dado que es un relato construido, tampoco tiene mayor importancia. El flechamiento sí es un tormento documentado en la Antigüedad, del cual podemos mencionar diversos casos: San Sebastián, el más conocido, pero también Santa Cristina, San Cristóbal, Santa Irene, etc… de nuevo la mano escritora cae en el error de suponer que una persona moribunda sería lanzada a prisión, ya dijimos en el artículo anterior que esto está fuera de toda lógica y del sentido práctico romano –y de cualquier otra nación-.

“A la mañana siguiente, esperando encontrarme sin vida, ya que me había visto en pésimo estado, quedó estupefacto al encontrarme sonrosada y alabando a Dios con salmos y cantos, como si nada hubiera pasado. En la noche, el Dios Todopoderoso me había dado un dulce sueño, y había mandado a un ángel para que sanara mi cuerpo, untándolo con un fragante ungüento, no dejando ninguna huella de las heridas. Por el mucho amor que tenía a Jesús, había deseado tener mil vidas para ofrecérselas... una sóla vida me parecía poco... y estaba feliz de sufrir en unión con Él. Por eso fui preservada tantas veces de la muerte y sufrí varias torturas.”
Esto es también muy propio de los relatos de martirio. La hermosa virgen es torturada hasta que su cuerpo inspira más lástima y repugnancia que deseo, y es arrojada al cárcel en tal estado para que las ratas den cuenta de ellas. Por la noche, es consolada y curada por un evento celestial, y al amanecer está tan sana y hermosa como en sus mejores días. Lo tenemos presente desde las leyendas tardoantiguas y es algo muy común en los relatos hagiográficos que compiló Jacopo Della Voragine en su Leyenda Áurea. Y desde luego, la explicación de por qué se prolonga tanto un martirio, por intervención divina, es también vieja como la tos: para mayor gloria del mártir, de Jesucristo que sufre en unión con Él, y para iluminación y conversión de todos los presentes.

"Esta vez, el Emperador sintiéndose burlado e impotente, entró en tal furia, que ordenó me dispararan con flechas hasta que muriera. Los arqueros doblaron sus arcos, pero las flechas no podían moverse. El tirano me maldijo, acusándome de ser una bruja. Pensando que con el fuego, la hechicería sería neutralizada, ordenó que las flechas fueran calentadas al rojo vivo en la caldera. De nuevo, mi Esposo me salvó de éste tormento. Tuve un rapto de éxtasis. Las flechas que iban hacia mi cuerpo se devolvieron hacia los arqueros, y seis de ellos fueron atravesados y murieron."
En esta ocasión el malvado Augusto ya no espera atormentarla sólo un poco, sino acabar con ella de inmediato. Pero las flechas se quedan paralizadas en los arcos por intervención divina. Sospechando algo de brujería, se procede a calentarlas al rojo vivo. Esto está bastante conseguido, porque el fuego exorciza y purifica ya en la piedad pagana, algo que pasaría luego a la cristiana, y al calentar el metal de espera que la brujería que la impregna salga de él. Pero de nuevo se opera un milagro y las flechas vuelven por donde habían venido, clavándose en las que las habían disparado. Esto tampoco es nuevo: ya se ve en el relato del martirio de San Cristóbal, quien condenado al asaeteamiento, vio cómo las flechas dirigidas contra él se volvían contra sus agresores, y una llegaba a clavarse en el ojo del magistrado que le había condenado.

De nuevo tenemos que decir que la única realidad del pasaje es ésta: se incluyeron dos escenas de flechamiento en el relato del martirio de Filomena única y exclusivamente porque en la lápida de su loculus aparecen representadas tres flechas, que son perfectamente identificables como tales. Dos de ellas tienen el remate emplumado, la tercera, que está en el centro, carece de él. Por eso se ha especulado en que tal vez este tercer símbolo no sea una flecha, sino una lanza: incluso hay quien dice, sin citar sus fuentes, que en el momento de examinar los restos de la mártir pudieron observar daños serios en la caja torácica que hicieron pensar que había sido alanceada. Esto no se puede comprobar porque hasta la fecha, Monseñor Braschi, rector del Santuario de Santa Filomena en Mugnano, donde se veneran sus restos, no ha facilitado a nadie el informe científico resultante de un estudio definitivo de los restos realizado en 2005. Algo me hace pensar que la observación de las costillas rotas por una lanza sea algo aventurada, porque no consta en la leyenda ningún alanceamiento ni ha quedado reflejado en la iconografía de la Santa, que siempre sostiene tres flechas (ver imagen), y no dos flechas y una lanza.

Ahora bien, ¿cuál es el significado auténtico de las flechas? Está claro que son flechas, pero, ¿qué simbolizan? ¿Son realmente instrumentos martiriales? ¿Son realmente dos flechas y una lanza, o son tres flechas? No existiendo una explicación alternativa, es posible que sí tuvieran que ser aceptados como tales, pero no deja de ser un caso extraordinario.

Meldelen

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (V)

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (V)

"Al día siguiente, el Emperador ordenó que la doncella compareciese en su presencia; Filomena heróica y sonriente, apareció tranquila ante el tirano. Cuando el Emperador vio que habían desaparecido las huellas de los azotes, quedó pasmado. Al verla con perfecta salud y con la misma belleza que lo había obsesionado, trató de hacerle creer que debía este favor a Júpiter, su falso dios, que la había curado porque su destino era ser la esposa del Emperador. Le habló en estos términos:

-"Tu juventud y hermosura me inspiran lástima; Júpiter es clemente contigo; renuncia a tus pasados errores y ven conmigo a compartir el solio real".
-"Nunca, nunca -contestó Filomena- Mi Dios quiere que sólo a Él pertenezca".
-"Te arrepentirás".
-"Conquistaré las bendiciones del Cielo con los tormentos de la Tierra".
-"Morirás hoy mismo".
-"Reviviré a eterna vida, en el seno de Dios".
-"Pero, ¿te olvidas de tus padres, desdichada?"-, prorrumpe al fin el tirano, no sabiendo como vencer tan firme resistencia.

La joven vaciló un momento, pensando en aquellos ancianos cargados de años y pesadumbres. El recuerdo de los días felices vividos con sus padres la sobrecogió un instante, sólo un instante, por la gracia de Dios, recuperó su serenidad y contestó con voz tranquila:

-"Dios les dará consuelo y resignación; yo muero contenta, fiel al celestial Esposo, que mi corazón ha elegido".
-"¡Calla, calla, no blasfemes! Sacrifica a los dioses y quedas perdonada".
Entonces el emperador, cogió de la mano a la cristiana y la condujo frente a la estatua de Júpiter, pero ella se cubrió la cara para no ver al ídolo, diciéndole:
-"Es inútil, yo sólo rindo culto a mi dios; sus falsos dioses no tardarán en caer de los altares".

Estas palabras provocaron un tumulto entre los presentes, el Emperador lívido de cólera, sin comprender cómo podía soportar tantas pruebas y sufrimientos, soltó la mano de la jóven y volviéndose a sus servidores ordenó en voz breve y severa que atada a un ancla de hierro al cuello, fuese tirada al río Tíber."

Lo primero que llama la atención en este pasaje es que se abandona el estilo en primera persona, en el cual Filomena parecía hablar por sí misma, para sustituirlo por una tercera persona de tipo narrador omnisciente, como si fuera un observador  el que relatara esto. Además, es un pasaje que no está presente en muchas versiones de la misma leyenda. ¿Lo añadió una mano ajena a la de Sor María Luisa Jesús? ¿Es un despiste de la religiosa, que cambió de persona narrativa sin darse cuenta? En cualquier caso, eso resta todavía más credibilidad al relato en sí.

En cuanto a los hechos descritos aquí: el pasaje del ancla y el río Tíber es uno de los más espinosos del tema. Los defensores de la veracidad de las revelaciones afirman que en modo alguno es inverosímil que Filomena fuese lanzada a las aguas con un ancla el cuello, y se apoyan en el caso de San Clemente, pontífice y mártir, quien fue lanzado al mar con un ancla para hacer peso. Sí, pero no. Un solo caso no prueba la veracidad de otro, y además no tienen otro caso en qué apoyarse. Clemente fue lanzado al mar con un ancla, y esto es posible, pero no por ese caso habría que sentar una norma. Para empezar, sí es cierto que algunos cristianos fueron arrojados a las aguas con pesos para hacerlos hundirse, pero casi siempre fue al mar, y esto tiene un componente religioso desde la piedad pagana: el agua de mar es por sí misma agua sagrada, la sal que contiene purifica, por tanto, al arrojar a un cristiano al mar, juzgaban que el salitre purificaría su blasfemia contra los dioses.

Segundo aspecto a tener en cuenta: nunca usaban anclas. El ancla es un objeto funcional, útil, que tiene un importante papel en el fondeo de las naves. No se invierte el esfuerzo de fabricar un ancla para luego usarla para hundir cristianos. Si se usó un ancla con Clemente, es probable que fuese un objeto muy usado y a desechar. Fuera de este caso, excepción que confirma la regla, lo que nos dicen los relatos de los mártires es que usaban otros tipos de peso menos caros que las anclas: pedruscos, fragmentos de piedra de molino. Y aquí si hay infinidad de casos para documentarlo: Santa Cristina, San Vicente, Santa Teodosia, etc…

Tercer aspecto a tener en cuenta: jamás, jamás, un juez pudo haber dado orden de arrojar alguien al Tíber. Tengo mis dudas de que se autorizara a arrojar a alguien que no fuese al mar. El agua dulce es vital para el riego de los campos y la alimentación de las personas, ¡y es demencial pensar que dieran orden de contaminarla voluntariamente con un futuro cadáver! La civilización que construyó acueductos altísimos y cerrados para evitar la contaminación del agua dulce, en modo alguno dispondría arrojar cuerpos humanos a ella. Cierto es que éste no es el caso del Tíber, cuya agua no se podía consumir. En algunas revueltas populares contra los cristianos, cierto que algunos acabaron en el agua, pero esto era más consecuencia de venganzas personales y enfrentamientos puntuales que por orden de ningún magistrado. Por ejemplo, Santa Beatriz, quien fue estrangulada y arrojada al río para poder incautarse los bienes que había heredado de sus hermanos Simplicio y Faustino, recientemente martirizados.

Sin embargo, aun cuando no potable, el río Tíber era comercial, navegable, los barcos mercantes fluviales remontaban desde el puerto de Ostia hasta la Insula Tiberina para abastecer los mercados de Roma. Lo último que convenía era dificultar el tráfico comercial llenando el solio del río con cadáveres y anclas o piedras a modo de pesos. Es algo absurdo, que no tiene ningún sentido. Además, que un río contaminado es foco de enfermedades. Por todo esto, el relato de Filomena arrojada al Tíber con un ancla es absurdo, y el caso de San Clemente no sirve en absoluto para justificarlo. Por otra parte, igual de absurda es la representación de verla con el ancla al cuello: el peso de semejante instrumento le habría arrancado la cabeza de cuajo nada más soltarla al agua. Lo que se hacía era atar el cuerpo entero al peso escogido para el hundimiento.

La única realidad de este pasaje es ésta: el episodio del ancla y el río Tíber fue inventado única y exclusivamente basándose en que en la lápida de Santa Filomena aparece representada un ancla. Tosca, pero claramente identificable: es un ancla. Y alguien, muy ingenuamente, o quizá la propia Sor María Luisa de Jesús, simplemente lo identificó con un modo posible de ejecución, apoyándose casi seguro en San Clemente. La realidad es que el ancla es un símbolo persistente en las lápidas de las catacumbas romanas. Cualquiera sabe hoy en día que lo que significa es la esperanza, la virtud teologal en la confianza en una vida ultraterrena, y esperanza simbolizada en la fortaleza y resistencia de un ancla que se queda fijada en el suelo del mar. No es en absoluto un instrumento de suplicio. Y esto es algo que ya se sabía en el momento del hallazgo del loculus de Filomena, lo que hace todavía más inexplicable que pasara a la leyenda y acabara siendo aceptado como instrumento martirial.

"Arrastrada por la corriente y creyendo morir, abracé mi ancla como Jesús abrazó su Cruz. Pero Jesús, mostrando su omnipotencia, para la confusión del tirano y de los idólatras, mandó de nuevo a sus ángeles, para que rompieran la cuerda amarrada a mi cuello. El ancla cayó en las profunidades del Tíber, donde aún permanece cubierta de lodo. Sostenida por las alas de un ángel, fui llevada a la costa, sin que una gota de agua me hubiera mojado. Cuando la gente me vió así, en seguridad y perfectamente seca, esparcieron la noticia, y muchos se convirtieron a la Fe.”

Primero la arrastra la corriente –algo absurdo, con semejante peso debería haberse hundido sin más- y luego es depositada en la orilla sin que se haya mojado un poco. Las contradicciones empiezan a sucederse en el relato. No cabe decir mucho más: otro pasaje milagroso tomado de casi todos los relatos martiriales donde se trata de ahogar a alguien con un peso.

Meldelen

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (IV)

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (IV)

"Al cabo de este tiempo, Diocleciano empezó a ponerse nervioso esperando mi decisión; cuando pasaron los cuarentas días, tal como lo había anunciado la Santísima Virgen, el tirano me hizo sacar de la prisión, resolvió torturarme y amenazarme para que me retractara del voto de virginidad que había hecho a mi Esposo. Luego, en presencia de muchos de sus hombres de armas y otros oficiales del Palacio me hizo atar a una columna para ser azotada cruelmente, diciendo:
"Después que esta niña cualquiera rehusó obstinadamente a un Emperador, por amor a un malhechor, que como todos saben, fue condenado a muerte en la cruz por sus propios compatriotas, ella merece ser tratada como Él por mi justicia".
Al ver mi cuerpo ensangrentado y cubierto de heridas, y que la vida se me iba, ordenó que me llevaran de vuelta al calabozo para morir. Tirada en el suelo, y con el cuerpo ardiendo en fiebre, yo esperaba la muerte. Entonces, dos ángeles se me aparecieron, y con un aceite precioso ungieron mi cuerpo malherido y me sanaron.”

La visión del tirano, impotente para hacer que una joven acepte casarse con él, es también un cliché propio de las leyendas de vírgenes mártires. Cuarenta días la ha estado haciendo padecer hambre y privaciones en la cárcel y ahora la hace azotar en público. Tanta parafernalia nunca fue necesaria para obligar a una mujer a aceptar un matrimonio que no quería. Ya hemos dicho que el emperador tenía funcionarios de sobra para llevar por él cualquier proceso, y es muy probable que Diocleciano jamás estuviese presente en un proceso contra un cristiano.

El resto del pasaje está tomado enteramente de cualquier acta martirial. El único motivo por el que ha sido incluido en la leyenda, es porque uno de los símbolos que aparecen en la lápida de Santa Filomena ha sido interpretado como un flagelo, concretamente uno de la clase plumbea, que estaban rematados con bolas de plomo. El problema es, ¿realmente eso que está ahí dibujado representa un flagelo de esas características? Lo único que vemos es una tosca raya horizontal con dos bolas en los extremos. Si es un flagelo, lo que está representado es sólo una tira doble del mismo, sin el mango de madera para manejarlo y el resto de tiras (ver imagen adjunta). Es curiosa esa representación parcial, ¿por qué no representar el instrumento entero? Y si no es un flagelo, ¿qué es entonces? No es algo que yo pueda contestar. Por tanto, a falta de una interpretación mejor, debemos seguir asumiendo que se trata de un flagelo.

La flagelación sí era uno de los primeros tormentos al que se solía recurrir, ni los ciudadanos estaban exentos de padecerlo. Aunque terrible en sí mismo, se podía sobrevivir a él y las heridas se curaban aun cuando el cuerpo quedara marcado de por vida. Lo que no tiene sentido es que la mártir fuese devuelta al calabozo creyendo que va a morir. No se desperdicia una celda y una ración de comida por alguien que estará muerto al poco: se le remataba atravesándole el corazón con una espada. Esto lo tenemos documentado en el caso de Santa Bibiana. Cuando se devuelve a alguien al calabozo después de un azotamiento, es porque aún se espera que viva y se pueda seguir torturándole. A menos que surjan complicaciones frecuentes: es decir, la infección de las heridas, y con ellas, la fiebre y la muerte.

Por último, la aparición de los ángeles en la celda que curan por completo al mártir, es un pasaje de obligada presencia en la inmensísima mayoría de los relatos sobre mártires, hombres y mujeres. Y ya que hablamos de celdas, pocas veces habría una sola celda para una sola persona, lo cual hubiese sido un lujo. Las celdas eran ocupadas por muchísimas personas, en un estado de hacinamiento inhumano. Vamos, que si se hubiese aparecido algún angel, faena habría tenido, con tanta gente que curar.

Meldelen

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (III)

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (III)

"Muy contentos mis padres pensaron que todo estaba solucionado, pero al salir del Palacio de los Césares, con respeto, dije a mis padres que no aceptaba la proposición de Diocleciano, por más grandioso que se presentara mi futuro. Ellos trataron de convencerme de mil maneras, insistiendo sobre la suerte que tenía de llegar a ser Emperatriz de Roma. Sin vacilar ni un solo momento, yo rechacé la tentadora propuesta, diciéndoles que estaba comprometida con Jesucristo y que me había desposado con El, haciendo un voto solemne de virginidad, cuando tenía once años.

Mi padre trató de persuadirme, diciéndome que como niña e hija, yo no tenía derecho  de disponer de mí misma, y usó de toda su autoridad para hacerme aceptar la propuesta. Pero mi Divino Esposo me dió la fortaleza para perseverar en mi resolución. Al ver que no cedía, mi madre recurrió a las caricias, rogándome tener piedad de mi padre, de ella, de mi país. Yo le contesté, con una firmeza que me sorprendía:
"Dios es mi padre y el Cielo es mi madre".

Mis padres fueron incapaces de doblegarme. Frente a mi voluntad, estaban desarmados. Y lo que más les preocupaba, era que mi negación podía ser tomada por el Emperador como un mero pretexto de mala fe y la excusa de un engañador. Yo lloraba y les decía:
“¿Vosotros deseáis que por amor a un hombre rompa yo la promesa que he hecho a Jesucristo? Mi virginidad le pertenece y yo ya no puedo disponer de ella.”
“Pero eres muy joven para ese tipo de compromiso”, me decían, y juntaban las más terribles amenazas para hacerme aceptar la boda con el emperador.

Cuando mi padre tuvo que informar al Emperador de mi decisión, Diocleciano ordenó que fuera llevada a su presencia. Pero yo no quería ir. Cuando me vieron tan decidida en mi resolución, mis padres se arrojaron a mis pies y me imploraron aceptar y hacer lo que ellos deseaban, diciéndome:
"¡Hija, ten piedad de nosotros! ¡Ten piedad de tu país y de tu reino!"
Yo repliqué:
"Dios y la Virgen primero. Mi reino y mi país es el Cielo".

“Finalmente, frente a tanta presión, decidí presentarme frente al tirano, pensando que era necesario dar testimonio de Jesús. Diocleciano primero me recibió con mucha bondad y honor para hacerme acceder a sus requerimientos, y renunciar a mi decisión, pero no obtuvo nada de mí. Viéndome absolutamente firme y sin temor frente a su poder imperial, perdiendo su paciencia y toda esperanza de conseguir su deseo, comenzó a amenazarme. Pero, no pudo vencerme ya que el Espíritu de Jesús me daba fortaleza. Entonces, en un acceso de furia, bramando como un demonio, lanzó esta amenaza:
"Si tu no me tienes como amante, me tendrás como un tirano”
"No me preocupa como amante, ni le temo como tirano", le repliqué.

El emperador, visiblemente furioso, ordenó que me encerraran en un calabozo, frío y oscuro, bajo la guardia del Palacio Imperial. Fui encadenada de pies y manos, y me daban de comer sólo pan y agua, una vez al día. Pensando que, con este régimen severo y duro, yo cambiaría de idea, Diocleciano venía diariamente a renovar su oferta y soltaba mis grilletes para que pudiese comer, y después renovaba sus ataques, que no hubiese podido resistir sin la gracia de Dios. Pero yo no estaba sola, mi celestial Esposo cuidaba de mí, y nunca cesé de encomendarme a Él y a su Purísima Madre.”
"Hacía treinta y seis días que vivía con este régimen, cuando la Santísima Virgen se me apareció, rodeada por la luz del Paraíso, con el Niño Jesús en sus brazos, y me habló así:
"Hija, ánimo, permanecerás tres días más en este calabozo y en la mañana del día 40 de tu cautiverio, dejarás este lugar de pesares".
Con estas palabras, yo me llené de alegría, pero entonces, la Virgen continuó hablándome:
"Cuando dejes esta celda, serás expuesta a una gran lucha de atroces tormentos por el amor de mi Hijo".

Inmediatamente me estremecí y me ví a mí misma en la angustia de muerte, pero la celestial Reina me dió coraje, diciéndome así:
"Hija mía, te quiero muchísimo, ya que llevas el nombre de mi Hijo. Te llaman Lumina, y mi Hijo es llamado Luz, Sol, Estrella; y a mi me llaman Aurora, Estrella, Luna. Yo seré tu Auxiliadora. Ahora, es la hora de la debilidad humana que te humilla, que te atemoriza, pero vendrá de lo alto la gracia de la fortaleza, la que te asistirá y tendrás a tu lado a un Angel que te cuidará, la protección del Arcángel San Gabriel, cuyo nombre significa "Fortaleza de Dios". Este Arcángel fue mi protección en la tierra, y yo te lo enviaré para que te ayude, porque tú eres mi hija, la más querida hija entre todas mis hijas. Gabriel te asistirá y con él saldrás victoriosa."
Estas palabras reavivaron mi ánimo y coraje. La visión desapareció, dejando impregnado de fragancia mi prisión, y me consoló."

De este largo pasaje, aunque muy hermoso y poético, sólo cabe decir nuevamente que está tomado de las tradicionales leyendas de las vírgenes y mártires. El sacrificio de la virgen que renuncia a un matrimonio ventajoso, riquezas, esplendores, comodidades, por el voto de virginidad empeñado, es un tema recurrente en la intensísima mayoría de las leyendas de vírgenes y mártires. La insistencia de los familiares, que ruegan y se echan a los pies de los que van a sacrificarse, y finalmente, las apariciones celestiales para consolar y fortalecer al mártir, están vistas de sobra en todas estas leyendas.

Es importante hacer notar que, cuanta más palabras y largos discursos, por hermosos que éstos sean, más se debe desconfiar de la autenticidad histórica de unas actas de martirio. Las actas auténticas que nos han llegado se caracterizan por su sencillez y fuerza, en la que más hablan los magistrados que los condenados, y nunca hay ni largos discursos ni inmensas palabrerías. Por otra parte, las apariciones celestiales son un recurso añadido para convencer al fiel de que Dios sostenía al mártir y lo premiaba, mediante una aparición física, cuando en realidad este sostén debió ser la propia fe del condenado. Y por otra parte, aun cuando no estoy adecuadamente documentada en el culto mariano en aquel entonces, si hay algo que brilla por su ausencia en la mayoría de relatos de mártires en esta época, es la mención a la Virgen María en las profesiones de fe. Es posible que en aquel entonces el culto a la Virgen no estuviese desarrollado. Por lo tanto, tan sólo en contadísimos casos (Santas Justa y Rufina, Santa Avia, etc) tenemos menciones de apariciones de la Virgen a cristianos encarcelados, siendo más frecuentes las del propio Jesucristo o sus ángeles. Y aún así se trata de leyendas tardías muy posteriores a los hechos narrados.

Todo esto ha sido copiado para la leyenda de Santa Filomena, de eso no cabe duda. Y aún en las palabras de la Virgen, se ve que están presentes las devociones de la época en que fue escrita la leyenda: María como “Auxiliadora”, el arcángel Gabriel como guardaespaldas particular de la mártir, etc. Además, como si esto fuera poco, la leyenda pone en boca de la Virgen esa falsa etimología del nombre de Filomena, otra vez.

En cuanto a la estancia de la cárcel, huelga decir que nunca hubo cárcel alguna en las residencias de los emperadores. Eran edificios separados y convenientemente alejados, lógicamente nadie tendría un foco peligrosísimo de inmundicias y contagios de enfermedades bajo el suelo de su propia casa. Y ya hablábamos en el artículo anterior de la verdadera naturaleza de Diocleciano: quien apenas se dignaba a recibir embajadores en su presencia, mucho menos bajaría a las inmundas cárceles donde se exponía a la suciedad y al contagio de enfermedades. Pretender que el mismo Augusto en persona se ocupara del caso de Filomena, tan sólo pretende reforzar el prestigio de ésta. En realidad, nadie se hubiese tomado tantas molestias para que una joven aceptase un matrimonio.

Sin embargo, no todo es negativo: está bien que en esta leyenda alguien haya añadido una larga estancia en la cárcel (40 días no deja de ser una cifra simbólica). Las actas de los mártires a veces nos dan a pensar, erróneamente, que la detención, juicio, tormento y ejecución ocurría en uno o en pocos días, cuando en realidad eran procesos largos y la mayoría de veces duraban meses, muriendo muchos en el antihigiénico e insalubre clima de las cárceles.

Meldelen

Ni devoción mariana, entendida como aquí se nos pone, como Auxilio de los cristianos, ni al ángel Gabriel, ni comunión a temprana edad. En la piedad cristiana primitiva el testimonio por excelencia era el de los apóstoles y mártires y aún así, más como ejemplo que como abogados, aunque es cierto que hay testimonios de petición de oraciones no era lo habitual ni frecuente. El culto mariano que contempla a María como intercesora no estaba desarrollado y no lo estaría hasta mucho tiempo después, eso sin hablar del término "Purísima"... Mucho menos aparición o devoción al Niño Jesús. No aparecen referencias a las devociones a la infancia de Cristo, ni el Niño Jesús como centro de devoción, o apariciones hasta casi 1000 años después.

Ramón.

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (II)

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (II)

“Debido a mi nacimiento muchas familias en el Reino llegaron a ser cristianas. Yo crecí en la enseñanza del Evangelio, que se grababa profundamente en mi corazón. Cuando tenía sólo cinco años, recibí por primera vez a Jesucristo en la Santa Eucaristía; y ese día, fue sembrado en mi corazón el deseo de estar unida para siempre a mi Redentor, Esposo de las vírgenes. A los once años me consagré a Él por voto solemne. Llegó el año trece de mi vida. La paz de Cristo que, hasta ese día, había reinado en la casa y en el reino de mi padre, fue perturbada por el orgulloso y poderoso emperador Diocleciano, quien, injustamente, nos declaró la guerra. Mi padre, comprendiendo que no podía enfrentarse a Diocleciano, decidió ir a Roma a hacer un pacto de paz con él. Era grande la tierna afección que mi padre tenía por mí, que no podía vivir sin tenerme a su lado. Es así que me llevó con él a Roma. Y mi madre, que no quiso dejarnos ir solos, nos acompañó.

Habiendo llegado a Roma, mi padre pidió audiencia con el Emperador, y el día señalado, quiso que mi madre y yo lo acompañaramos al palacio de los Césares. Introducidos en presencia del Emperador, mientras mi padre defendía su causa y denunciaba la injusticia de la guerra con que lo estaba amenazando, el Emperador no dejaba de mirarme.
Finalmente Diocleciano, interrumpió a mi padre, y le dijo con benevolencia:
"No te angusties más. Tu ansiedad está por terminarse... consuélate. Tu tendrás toda la fuerza Imperial para tu protección y la de tu Estado, si aceptas una sóla condición: darme a tu hija Filomena como esposa"
Enseguida, mis padres aceptaron su condición. Yo no dije nada, pues no convenía oponerme a mi padre frente al Emperador... pero en mi interior, dialogando con mi Esposo Jesús, estaba firmemente decidida en permanecerle fiel, a cualquier precio."

Este pasaje carece especialmente de sentido, por muchos motivos. El primero ya lo apuntábamos en el artículo anterior: en época de Diocleciano ya no existía ningún Estado independiente en Grecia, que estaba toda provincializada y anexionada al Imperio, y regida por pretores y gobernadores romanos. Por tanto, no habiendo rey ni reino, no se precisaban pactos con el emperador romano. Por cierto, que en esta época Diocleciano había dividido en dos el Imperio, estableciendo el Oriente para él y el Occidente para Maximino, y ni uno ni el otro residían en Roma en aquel entonces, sino en Rávena uno y en Constantinopla el otro.

Por si esto no fuera poco para demostrar lo ingenuo del relato, en la época que nos ocupa Diocleciano no estaba “casadero”. Era ya anciano, estaba enfermo y a punto de retirarse a Croacia, donde moriría poco después. Y estaba ya casado, con la única mujer que tuvo: la emperatriz Prisca, una mujer compasiva y favorable hacia los cristianos, de la que se ha querido decir que era cristiana (imponiéndole el seudónimo de “Santa Serena”) y que Diocleciano la había hecho matar, lo cual es rotundamente falso. Algunos devotos de Santa Filomena han dicho que seguramente Diocleciano ya estaría viudo en aquel entonces y por eso podía pedir a Filomena en matrimonio. Esto también es falso. Prisca sobrevivió a Diocleciano, quien jamás le hizo daño, aunque poco después sería asesinada junto con su hija Valeria por orden del emperador Licinio.

No estando viudo, y estando ya anciano y enfermo, y ni siquiera residente en Roma, lo último que le interesaba a Diocleciano era buscar matrimonios por capricho con una jovencísima virgen griega. Cualquier persona con sentido común puede establecer que si alguien del poder y la autoridad de un emperador romano desea poseer por capricho a una mujer, le basta con chasquear los dedos para conseguirla, sin necesidad de matrimonios. Eso, naturalmente, era reprobable a los ojos de la moral de la sociedad romana, pero no por ello algunos emperadores se privaron de estos caprichos. En cuanto al matrimonio, la poligamia estaba estrictamente prohibida por la ley romana, y un emperador sólo debía casarse con una mujer romana de su mismo estatus social.

Pero el problema es que la piedad cristiana ha tiranizado y demonizado en exceso a los emperadores romanos, y sobre todo a Diocleciano. No cabe duda de que él fue un perseguidor de los cristianos, sería una necedad pretender negarlo. Cierto es que el edicto lo promulgó más instigado por el César Galerio, compañero de gobierno en el sistema tetrártico de la época, que por voluntad suya, pero lo promulgó. Aún así, no era un monstruo sediento de sangre. Probablemente sabía que su esposa y su hija eran favorables a los cristianos, y nunca emprendió acciones contra ellas. Es muy probable que Diocleciano jamás tuviese ante sus ojos ningún cristiano; simplemente porque era un hombre de una estricta moral, que a diferencia de anteriores emperadores, apenas aparecía en público, no le gustaba ser observado ni aclamado por las masas, y se mantenía en palacio el mayor tiempo posible, especialmente en los últimos años de su vida. Tenía magistrados y jueces de sobra para llevar por él cualquier juicio o proceso, tareas que no correspondían al Augusto. Sólo recibía en audiencia a algunas autoridades en contadas excepciones, y siempre con gran misterio y parafernalia, pues se consideraba a sí mismo divino, concediéndose el título de Jupiteriano, “semejante a Júpiter”. Un hombre así nunca se hubiese rebajado a recibir cristianos en su presencia para torturarles y hacerles ejecutar, ni para desear a una joven virgen porque sí.
Y desde luego, si Diocleciano hubiese querido casarse con una niña de trece años, en modo alguno era un pervertido: en Roma, una mujer estaba facultada por la ley para casarse a partir de los doce años, más o menos por la época de la primera menstruación. No era una barbaridad en aquella época. Otras culturas las casaban mucho más jóvenes, como sabemos por ejemplos de hasta hoy en día.

Todo esto llega a concluir que se ha tratado injustamente la figura de Diocleciano, y también la de otros emperadores y pretores. Sin negar la realidad histórica de las persecuciones cristianas, de las torturas y las ejecuciones, se tiene que admitir que esas deformaciones de los perseguidores responden más a la piedad y a la imaginación popular, que a la realidad histórica.

Meldelen

Quiero añadir un par de señalamientos de tipo religioso:

1. Filomena no pudo "crecer en la enseñanza del Evangelio" más que nada porque el Evangelio no estaba conformado como tal. Existían los escritos de los apóstoles, las narraciones de la Pasión y Resurección de Cristo,  pero el canon bíblico no estaba tan claro como hoy. En las reuniones cristianas se leían textos de las cartas de San Pablo, pasajes de Jesucristo, cartas de los obispos y actas de mártires. Hasta el año 382 no se conformó este listado, dejando fuera la famosa carta de San Clemente a los Romanos. Otros cánones incluían el Apocalipsis, pero excluían la Carta a los Hebreos... en fin, que en el 302 no existía ese concepto de Evangelio.

2. Mucho menos pudo Filomena recibir la comunión a los cinco años. Sólo en la Iglesia Oriental se les da a los bebés en el momento de ser bautizados. No vale decir que Filomena ya estaba bautizada, porque el bautismo de niños en la Iglesia no corresponde a la época de Filomena. Y el hecho de que San Policarpo, discípulo de Juan Evangelista fuera bautizado de niño es una excepción (por ello mismo es tan relevante, si hubiera sido común, no sería llamativo). Mucho menos recibir la Eucaristía pudo con esa edad. No hay tradición en la Iglesia de dar la comunión a los niños, nunca la hubo, sólo a partir de San Pío X se rebajó la edad a los 7 años, en pleno siglo XX.

Ramón

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (I)

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (I)

Los restos de Santa Filomena, el vaso de sangre y la inscripción y simbología de la lápida, cuando fueron hallados en las catacumbas de Priscila en 1802, tan sólo daban la información de que se trataba de una joven mártir de la Iglesia primitiva. En realidad, esto es lo único que podrá asegurarse con veracidad. Sin embargo, la piedad de la época pedía saber más acerca de una mártir de la que era imposible saber nada más, según ocurre con los mártires de las catacumbas. Por eso, en 1832 nacía la leyenda de Santa Filomena, procedente de supuestas revelaciones privadas de la Santa a una monja napolitana, la Venerable Sor María de Jesús, y que dice estar refrendada por otras revelaciones alternativas a otras dos personas que no tuvieron contacto con ella. La realidad es que esas tres versiones no prueban la autenticidad de la leyenda, porque ninguna de las tres dice lo mismo. Tan sólo la versión de Sor María Luisa dice auténticos detalles. Aun cuando fuera aprobada por la Iglesia, esto se hizo tan sólo porque no contenía nada contrario a la fe, pero la realidad es que no es más que la reconstrucción idealizada de una típica leyenda medieval de virgen mártir, basándose exclusivamente en la interpretación – por otra parte, totalmente arbitraria- de los símbolos de su lápida. Esto puede demostrarse fácilmente analizando la leyenda paso a paso. Ésta comienza así:

Yo soy la hija de un rey de un pequeño Estado de Grecia. Mi madre también era de sangre real.
Será muy típico en las leyendas medievales que a las vírgenes mártires les atribuyan orígenes nobles o reales, precisamente para reforzar el prestigio de las mismas, como si valieran más por ser princesas o nobles, que por ser mártires de la fe. Pero así era en aquellos tiempos. Ese dato fue copiado para la leyenda de Filomena. Sería de ver si a las nobles las enterraban también en las catacumbas, pero en cualquier caso lo que aquí hay que ver por encima de todo es lo siguiente:

En la época de que hablamos, años 303-304, en el ocaso del mandato de Diocleciano, ya no existía ningún “pequeño Estado de Grecia”. De hecho, ya no existía Grecia como tal. El mosaico de polis griegas que formaban la nación helénica desapareció tras la conquista de Alejandro Magno y a su muerte todo lo conquistado por él se fragmentó en diversos reinos helénicos, y lo que había sido Grecia se convirtió en diversos reinos al mano de reyezuelos. Pero estamos hablando de una época anterior a Cristo. Cuando Roma conquistó estas zonas, en tiempos de la República, en principio respetó algunos reinos y a sus reyezuelos, convirtiéndolos en sus aliados. Pero poco después, ya sea porque a la muerte de estos reyezuelos, el reino era legado a Roma, ya sea por pactos políticos, estos reinos fueron suprimiéndose y anexionándose al Imperio, y los reyezuelos convertidos en gobernadores, o sustituidos por magistrados romanos. La parte oriental de la antigua Grecia, fue provincializada en tiempos de César, con el nombre de Acaya. Todavía estamos en la República. Para cuando Jesús vino al mundo, no quedaban reinos independientes en lo que había sido Grecia ni ningún rey gobernando en ella. Mucho menos, por tanto, cuatrocientos años después, en tiempos de Diocleciano, reformador administrativo, con un Imperio bien asentado, aunque amenazado en sus fronteras. Ni reinos ni reyezuelos en Grecia, por tanto. Quien escribió la leyenda, si fue Sor María Luisa u otra persona, desconocía estos datos, o no los quiso considerar.

No pudiendo tener hijos, mis padres continuamente ofrecían sacrificios y oraciones a los falsos dioses para obtener un niño. Nosotros teníamos en nuestra familia a un doctor de Roma llamado Publius, que era cristiano. Él se compadeció de la ceguera de mis padres, y especialmente tuvo compasión de mi madre por su infertilidad. Inspirado por el Espíritu Santo, habló a mis padres de nuestra Fe, y les hizo esta promesa: "Si queréis un niño, bautizaos y abrazad la religión de Jesucristo". La gracia acompañó sus palabras, sus mentes fueron iluminadas y sus corazones ablandados. Aceptaron y siguieron el consejo de Publius. Fueron instruidos durante un tiempo y bautizados junto con varios de sus cortesanos. Al año siguiente -el 10 de enero para ser exacta- yo nací y fui llamada Lumina, porque había sido concebida y nací a la luz de la Fe, de la cual mis padres eran ahora verdaderos devotos. Cariñosamente me llamaban Filomena, o sea, Hija de la Luz, de esa luz de Cristo que habita en mi alma por la gracia que recibí en el bautismo.

Dos observaciones fundamentales en este pasaje: primero, que el tema de los padre paganos infértiles, que se vuelven fértiles al abrazar al cristianismo, y que son regalados con un hijo o hija que será santo y mártir, es un tema ya muy recurrente en las leyendas de santos tardoantiguas y medievales. Otras veces son padres cristianos pero poco creyentes, que tras años de oración enfervorizada son bendecidos con el hijo. Abundan en las leyendas de santos ortodoxos estos detalles. Esto es una de las razones porque a Santa Filomena se la invoque para tener hijos, porque ella vino al mundo tras una conversión. Pero insisto en que es un dato tomado de las leyendas de santos tradicionales.

La segunda observación es la más importante: hay un gravísimo fallo de etimología en el nombre de Filomena. Si la niña era griega, le pondrían un nombre griego, no un nombre latino. Lumena, o Lumina, es un nombre que no está documentado en ningún lado. No existe. Los nombres femeninos que aluden a la luz, en latín, son Lucía, Lucila, Lucida, entre otros, pero todos con esta raíz. Lumena jamás ha sido documentado, y parece que esto haya surgido simplemente porque alguien leyó LVMENA por una parte y FI por la otra, aun sabiendo que la inscripción correctamente reconstruida dice FILVMENA. Inexplicable esta torpeza. Y por otra parte, pretender que Filomena sea un nombre latino, y que se quiera relacionar con “filia luminis”, es cometer un gravísimo fallo de etimología y poner sobre la mesa un total desconocimiento de las lenguas clásicas. El nombre de Filomena, tal cual es, y como está documentado en la lápida, existió siempre: significa ruiseñor, el ave que adora cantar, “filo”, amor, “menas”, canto, melodía. Y es un nombre griego. La ironía no es poca: teniendo ella un nombre griego en realidad, la leyenda lo destrozó pretendiendo que fuera latino para que significara “filia luminis”, cosa que no significa, y empeoraron las cosas, cuando la realidad era más sencilla. Filomena es un nombre de mujer, es griego, y significa ruiseñor. Sin discusión alguna. De hecho, pasó a la lengua latina sin cambiar su forma ni su significado, como prueba la lápida de la mártir, y otros tantos nombres griegos documentados en las catacumbas.

Tristemente, hasta hoy se sigue difundiendo esta equivocada etimología, alentada por esta leyenda absurda, que haciéndola nacer en una familia “real” griega, le metieron un significado latino a su nombre griego. El desastre no es poco. Pero aquí está la verdad del caso y cualquier estudioso auténtico de las lenguas clásicas lo tiene a la vista. Jacopo Della Voragine, autor de La Leyenda Áurea, podía permitirse mezclar latín con griego y destrozar etimologías de nombres, por la época de ignorancia en que vivió, y por ser su tarea más de recopilación que de autoría, pero que esto sucediera en una leyenda del siglo XIX, y que hasta el siglo XXI se haya seguido difundiendo este craso error, es simplemente inadmisible, se mire por donde se mire.

Meldelen