Santa Eufrosina: al Cielo por el travestismo.
Pregunta: oie hablános de Eufrosina, yo ni la conocía! jejejej. YA NO APARECE EN EL CALENDARIO, NI O. CARM, NI OCD. Pregunta que me llega por mi facebook.
Respuesta: Dice San Pablo, que para los que aman a Dios, todo les sirve para el bien. Y es la historia de esta mujer, travestida en hombre, por una causa: el Reino de los Cielos. Es una historia, como las de todos los santos, que se convierten en arma de doble filo: mientras las admiramos por su valentía, nos taladra nuestra mediocridad y falta de coherencia. Y, por si fuera poco, cuestiona una mentalidad eclesial y social, no exenta de actualidad: una mujer, para ser alguien, tuvo que ser hombre.
Vivió Eufrosina en tiempos de Teodosio el Menor y fue hija de Pafnucio y de una mujer cuyo nombre no se recoge. Este matrimonio, bueno y piadoso como en toda historia de santo que se precie, padecía el no tener hijos. Acudían a santuarios a orar por su intención, y monasterios a suplicar oraciones, en especial a uno, donde era abad un conocido de Pafnucio. Y al parecer, Dios, satisfecho o cansado de sus oraciones, les premió con una hija, a la que pusieron el nombre de Eufrosina, nombre que en griego quiere decir “alegría” (¿a que ya no os parece raro el nombre?). Fue una niña hermosa, buena y piadosa, como tiene que ser en una buena leyenda, y a los doce años ya decidió consagrarse a Dios. A los dieciocho comenzó a recibir pretendientes y, como es lógico, el padre comenzó a analizar pretendientes y eligió a uno de noble familia y mejor virtud.
Antes, y aquí la lió el buen hombre, llevó a su hija ante su amigo, aquel abad que había orado por él, para pedirle la bendijera y tuviera un buen matrimonio. Pero sucedió que, al ser bendecida, Eufrosina se confirmó en su decisión primera: su matrimonio sería con Cristo. Al volver a casa cambió de costumbres y comenzó, si cabe más, una vida de profunda piedad y oración. Llegó incluso a recibir la consagración de las vírgenes en secreto, ante lo cual, se determinó salir de su casa, puesto que su padre no cejaba en su intento de casarla.
¿Y que se le ocurrió? Pues travestirse, asumir una identidad que no era suya. Eufrosina vistió de hombre, pero siguió amando, pensando y sintiendo como una mujer. La razón que la determinó fue que sabía que su padre la buscaría (cosa que veremos luego, fue lo mejor de todo). Así, Eufrosina, perdón, que ya se llama Esmaragdo, se fue al monasterio de marras, y pidió el hábito al abad, que no la reconoció. Fue recibida y le dio por maestro al santo monje Agapio, para que la enseñara el estilo de vida monástico.
Cuando Pafnucio volvió á su casa y no la halló, dio la voz de alarma, mandó cerrar las puertas de la ciudad y se fue al monasterio, a llorar junto a su amigo, pidiéndole orara para que su amada hija apareciera viva y sana. El abad (por inspiración divina, según la leyenda, que cumple todos los cánones de leyenda) le consoló diciéndole que confiaba que su hija estaba feliz y contenta, y de seguro estaba al servicio de Dios; aún más, le aseguró que Dios no dejaría que muriera sin verla. Y así, tranquilo, se fue el buen hombre a su casa. Y Esmaragdo sin saber nada, siendo un monje más, solo destacando por su mansedumbre, piedad y obediencia.
Y sucedió, esto es buenísimo, que algunos monjes (copio literalmente del Flos Santorum) “se le aficionasen torpemente por su extremada hermosura, sin saber que era mujer”, vamos, que en el monasterio la hubieran dejado más tranquila si se hubiera sabido que era una mujer. Le mandó el abad a Esmaragdo viviera recluido en una celda, apartado de los otros, sin que tuviera comunicación con nadie, salvo con Agapio. Allí vivió Esmaragdo, hasta que un día, viniendo su padre al monasterio, oyó a los monjes a hablar de aquel que se santificaba en una celda solitaria y quiso conocerlo. Entró a su celda, le contó sus lágrimas y sufrimientos por su hija desaparecida, ante lo cual, Esmaragdo se echó a llorar, pensando el padre que eran lágrimas de empatía, por lo cual le encomendó que rezara por él. Treinta y ocho años vivió allí, en oración, penitencia y feliz.
Y llegó el día en que Dios le reveló que moriría pronto, y sabiendo que su padre estaba de visita, mandó decirle que no saliera de allí, hasta pasado tres días, al cabo de los cuales le llamó a su celda y le dijo (vuelvo a copiar): “Quiero librarte, Pafnucio, de muchos cuidados, y declararte lo que sé de tu hija; pues tienes gran deseo de saber de ella. Yo, padre, soy tu hija Eufrosina, y este es el rostro de tu bija: Dios me ha encaminado en este encerramiento y manera de vida, como Esmaragdo, sin que ninguno pudiese entender que era Eufrosina y me ha inspirado que tomase este hábito de monje, y perseverase en él hasta esta hora; y me ha dado gracia, para que habiéndole visto muchas veces en esta casa, nunca me he arrepentido de haber venido a ella, ni tus lágrimas me hayan ablandado, ni movido á volver atrás. Dios te ha traído, para que entierres mi cuerpo”. Y murió. Su padre, a voces, contó a los monjes la verdad. Pidió, y obtuvo del abad, la gracia de quedarse en aquella celda bendita donde vivió su hija, y allí vivió diez años más, hasta morir.
Eufrosina (de haber existido, que es todo una leyenda) es como una fotografía vieja de un familiar lejano, desvaída por el tiempo, pero presente en todos los álbums familiares. Nadie sabe quien es, pero se distinguen rasgos familiares con los de hoy. Lamentablemente, la mujer sigue teniendo, hoy en día estos rasgos que la hacen cercana a la situación de Eufrosina: el machismo y el feminismo la han llevado a que para ser mujer, tiene que ser hombre. Inconcebiblemente, las feministas (mejor, las feministoides) han trazado una línea entre la mujer trabajadora y “realizada”, madre soltera o no madre, frente a la mujer esposa, madre de varios hijos y ama de casa. ¿La diferencia? Eufrosina se vio lanzada a ello por un mundo de hombres… la mujer-hombre de hoy, esa que tiene que demostrar a todo trance que hace lo mismo que el hombre a toda hora, que es tan fuerte, tan lista, tan capacitada, tan y tan y tan… a la par, ¡tiene que demostrar que es feliz haciéndolo! En muchas cosas hemos avanzado, pero en esto, para nada, la igualdad no puede ser competitiva, derribadora de roles o caricaturesca, tiene que ser complementaria, libre y con matices.
Como todo en esta vida.
En la imagen, muerte de Santa Eufrosina: Antro de Santa Eufrosina, Monasterio Carmelita del Desierto de las Palmas, Benicassim. La Orden del Carmen la tuvo como Santa propia hasta la reforma del santoral en 1972. Su memoria se celebró primero el 10 de febrero y luego el 2 de enero, hoy está suprimida.
2 comentarios
André Efrén -
Jdegarcia -