Martyrium: la flagelación
La flagelación sí fue uno de los métodos de tortura más preferidos por el régimen romano, aunque es anterior a él, y también posterior, pues fue muy empleado durante la Edad Media y Moderna y ha seguido usándose hasta la actualidad, especialmente por los regímenes islámicos más integristas. Y por supuesto, como mecanismo autoimpuesto de penitencia, aunque esta variante es, naturalmente, mucho menos cruenta que la pena impuesta.
En la época romana existían diversas modalidades de flagelación, un tormento bastante subestimado cuyo horror difícilmente podemos imaginar, y que fue calificado por el mismo Cicerón como "la segunda muerte". De los instrumentos empleados, los romanos distinguían el flagrum, que estaba formado por diversas correas acabadas en bolas de plomo, también se le llamaba plumbea y al tormento suplicia plumbea, que en los primeros golpes provocaba grandes abcesos y moratones, y en los últimos solía reventarlos, amén de romper huesos finos, como las costillas, con pasmosa facilidad. Más terrible que esto era el flagellum, que da nombre al tormento en sí, hecho con nervios de toro, muy flexibles y elásticos, acabados en ruedecillas de metal llenas de pinchos y trocitos de cristal que cortaban y desgarraban la carne. Lo usual era combinar ambos tipos de instrumentos y solía ser la primera pena sufrida por un condenado. El número de azotes estaba contado según orden del magistrado y no se daba ni uno más ni uno menos de lo estrictamente dispuesto, así como también estaba terminantemente prohibido apuntar al rostro, porque podía mutilar, pero se apuntaba sin ningún problema a nalgas, genitales y, en caso de mujeres, a los pechos.
Había otras modalidades, como la flagelación con varas o vergas (facies) que eran flexibles varillas de madera que no causaban mucha lesión pero sí un insoportable dolor. El uso de escorpiones, o azotes terminados en cuchillas y ganchos, era menos usual en ámbito romano pero lo tenemos documentado en el caso de Catalina de Alejandría. Finalmente, el famoso látigo de piel de toro o hipopótamo, que desprendía finamente la piel al primer golpe, es más propio de la zona oriental del Imperio y se documenta en época islámica hasta muy avanzada la Edad Moderna.
El tormento es mucho peor de lo que parece y podía matar, y de hecho mataba -lenta y dolorosamente- si no se ponía un límite. Es imposible hacer una lista de todos los mártires que lo padecieron porque se aplicó por sistema a la práctica totalidad de todos ellos (de hecho, era el único tormento que podía sufrir un ciudadano romano, ahí está el caso de San Pablo); pero sí podemos realizar, al menos, una lista de todas las mártires que murieron a consecuencia de ese tormento, porque se dispuso que así debían ser ejecutadas. Son, entre otras:
Santa Bibiana (en la imagen). 2 de diciembre.
Santa Concordia
Santa Leocadia: no murió inmediatamente, pero recluida en cárcel la infección de las heridas acabó pronto con ella.
Santa Mustiola: en su caso, se le ofreció parar los golpes una vez pronunciara su conformidad de sacrificar a los dioses, pero como no se dio tal pronunciamento, murió en medio del tormento. 9 de diciembre
Santa Agripina. 23 de junio
Santa Poseidonia.
Para efectuar la flagelación se inmovilizaba a la persona sentenciada atándola a una columna baja, desnuda y en público, por considerarse un castigo ejemplar. Era muy frecuente en el ejército, particularmente la modalidad del apaleamiento, para castigar la desobediencia o la insubordinación. Y aun después de que la persona azotada dejara de manifestar signos de vida, se le atravesaba el corazón con una daga -como sabemos del caso de Santa Bibiana- para cerciorarse de su muerte definitiva y no cometer el error y la impiedad de enterrar a alguien vivo. Se podía sobrevivir a la flagelación siempre que se garantizaran unas mínimas condiciones curativas e higiénicas, pero dado que éstas brillaban por su ausencia en las cárceles -salvo orden expresa del magistrado- era muy fácil morir por infección y hemorragias, como sucedió con Santa Leocadia.
Meldelen
Otros que lo padecieron, en diversas ciscunstancias, algunos muriendo en ello:
Santas Reparata y Benita. La modalidad de azotes con bolas de púas. 8 de octubre.
San Ponciano. Fue azotado con varas y finalmente degollado. 19 de enero.
San Mayórico, hijo de Santa Dionisia. Le arrancaron la piel a base de azotes. 6 de diciembre.
San Juan Yi Yun-il, mártir de Corea, fue bárbaramente azotado antes de descoyuntarlo. 21 de enero.
Santos Gorgonio y Doroteo, flagelados hasta expirar, antes de otros tormentos. 9 de septiembre.
Santos Julián y Euno de Alejandría, azotados hasta la muerte mientras eran paseados atados a un camello, como escarnio. 27 de febrero.
Santos Majencio y Leandro, azotados con varas. 12 de diciembre.
San Celerino de Cartago. 3 de febrero.
San Teodoro de Amasea, fue terriblemente azotado y finalmente quemado vivo. 17 de febrero.
San Pedro Yu Chong-nyul, mártir de Pyongyang, mientras leía las escrituras a los cristianos escondidos, congregados fue azotado hasta la muerte. 17 de febrero.
Santos mártires de Tiro (no se conservan los nombres), azotados, expuestos desnudos a las fieras, y finalmente degollados en el 303. 20 de febrero.
San Lorenzo Bai Xiaoman de Xilianxian, China, obrero mártir, luego de ser azotado lo degollaron. 25 de febrero
San Augusto Chapdelaine, recibió trescientos azotes, luego lo metieron en un minúsculo agujero y terminó degollado. 28 de febrero.
Santos Marcos Chng Ui-ba y Alejo U Se-yong, mártires de Corea, fueron azotados hasta desangrarse y dejados morir así. 11 de marzo.
San Raimundo Li Quanzhen, mártir de China. Fue llevado a un templo y obligado a venerar alos dioses, como se negó, fue azotado hasta morir. 30 de junio.
Y añado a algunos que fueron apaleados, que no son azotes propiamente dichos, pero al fin y al cabo, golpes:
San Luciano, obispo. 19 de octubre.
San Arnaldo Arench, mercedario. 1 de junio.
San Pablo Ho Hyob, soldado mártir de Corea. Siendo apaleado, apostató de la fe, pero luego, arrepentido, se presentó ante el juez confirmando su fe en Cristo, por lo que fue encarcelado de nuevo, y falleció a causa de un nuevo apaleamiento. 30 de enero.
Beato Didaco Ortiz, agustino. Primero le destrozaron la boca y mandíbula, por tres cadenas que habían prendido en sus labios, para no que no predicara, luego murió mientras lo apaleaban.
San Jacinto. 3 de julio
San José Fernández, dominico mártir de China, apaleado por no querer pisar la cruz. 24 de noviembre.
San Lorenzo de Novara, fue apaleado junto a muchos niños, mientras se preparaba bautizarlos. 30 de abril.
San Metrobio de Malesco, fue apaleado y quemado, pero sobrevivió, luego fue decapitado.
San Reinaldo de Colonia, monje. 9 de febrero.
San Virgilio de Trento, obispo. Fue muerto a palos. 25 de junio.
Santos Liberato, Bonifacio, Servo, Rústico, Rogato, Septimio, y el niño Máximo, mártires de Cartago. Mientras eran clavados a los maderos con los que les quemarían les rompieron las cabezas a golpes de remo. 2 de julio.
Ramón
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