Martyrium: Asaeteamiento
Esta palabra, en principio tan compleja, define simplemente el acto de herir o matar a alguien disparándole con un arco. En principio no era un método de ejecución en Roma, parece que se trataba de uno de los castigos aplicados a los soldados indisciplinados o rebeldes en el ejército. Era frecuente usar, pues, al desobediente como diana para que los arqueros hicieses sus prácticas de tiro. Era una agonía lenta y muy dolorosa, ya que rara vez se tiraba a matar, y se podía sobrevivir si no se hería algún órgano vital y se propiciaban inmediatamente cuidados médicos (caso del mártir San Sebastián).
Con todo, parece que en algunos casos las dianas fueron cristianos que se negaban a obedecer el edicto imperial de sacrificio a las divinidades paganas. Otras veces parece, sin embargo, que fueron abatidos mientras huían, lógicamente la única arma que alcanza un blanco en huida es el arco, y en ocasiones la lanza. La muerte se producía, obviamente, por hemorragia –más interna que externa-, pero por más que se alargase la agonía no solían esperar hasta el final, sino que a una orden del superior se remataba por flechazo en el corazón. Muchas veces, si el ajusticiado era soldado, se le encomendaba la horrible tarea de supliciarlo a sus compañeros de tropa, de modo que servía de escarmiento público.
Normalmente las mártires que han padecido este suplicio suelen llevar una o varias flechas en la mano, a sus pies o la llevan atravesadas en el cuello o en el pecho. Son:
Santa Cristina de Bolsena: el asaeteamiento fue su suplicio final. Hubo especial ensañamiento con ella, pues le atravesaron el abdomen con diversos tiros antes de rematarla.
Santa Irene de Tesalónica: no parece claro ya que algunas versiones le atribuyen muerte en la hoguera, pero otras afirman que huyendo de los soldados que tenían por orden violarla y ejecutarla, fue abatida a flechazos desde lejos.
Santa Úrsula: (en la imagen) parece que durante la masacre de las vírgenes de Colonia, algunas habían formado un círculo en torno a ella, como para protegerla, pero fue abatida de lejos por un disparo en el corazón. El resto parece que murieron a espada, sin embargo, cuando alguna de ellas es representada individualmente –Santa Odilia, por ejemplo- suelen colocarle la flecha como símbolo del grupo al que pertenece.
Santa Marcela de Quíos: huyendo de su padre, que pretendía violarla, fue herida por varias flechas lanzadas por éste. Debilitada por la pérdida de sangre, fue al fin alcanzada, torturada y asesinada por negarse a los intentos de este hombre sin escrúpulos.
San Teobaldo de Inglaterra, mercedario mártir.
San Raimundo de Blanes, protomártir de la orden mercedaria.
San Pedro Malasanch, mercedario mártir.
Alguna mente perspicaz habrá colegido que no incluyo aquí a la célebre Santa Filomena, que también aparece portando un haz de flechas, ya que según la leyenda se le aplicó este suplicio dos veces, siendo efectivo el daño tan sólo en la primera. El problema es que esta historia, supuesta revelación de la mártir por vía privada es una reconstrucción fantástica de los símbolos mal interpretados de su lápida en las catacumbas. Algo parecido sucede con la niña mártir Santa Grania. Por lo tanto, baste con mencionarlas por la iconografía, pero no se las puede considerar con la seriedad que conviene para las otras mártires mencionadas.
Meldelen
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