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Tus preguntas sobre los Santos

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (VI)

Comentario a la leyenda de Santa Filomena (VI)

“El tirano, furioso y desesperado, gritó que todo era magia y hechicería, y más obstinado que el Faraón con Moisés, ordenó que fuera atravesada por flechas y arrastrada por todas las calles de Roma. Pero cuando me vió atravesada por las saetas, desfalleciendo y muriendo me lanzó cruelmente a prisión, para que muriera desamparada sin ningún auxilio.”
No sé si en época de Diocleciano las comunidades cristianas tendrían noticia del relato de Faraón y Moisés, que es tradición del pueblo hebreo. En cualquier caso, es más probable que primero la arrastrara por las calles de Roma y luego la hiciera flechar, no al revés, pero dado que es un relato construido, tampoco tiene mayor importancia. El flechamiento sí es un tormento documentado en la Antigüedad, del cual podemos mencionar diversos casos: San Sebastián, el más conocido, pero también Santa Cristina, San Cristóbal, Santa Irene, etc… de nuevo la mano escritora cae en el error de suponer que una persona moribunda sería lanzada a prisión, ya dijimos en el artículo anterior que esto está fuera de toda lógica y del sentido práctico romano –y de cualquier otra nación-.

“A la mañana siguiente, esperando encontrarme sin vida, ya que me había visto en pésimo estado, quedó estupefacto al encontrarme sonrosada y alabando a Dios con salmos y cantos, como si nada hubiera pasado. En la noche, el Dios Todopoderoso me había dado un dulce sueño, y había mandado a un ángel para que sanara mi cuerpo, untándolo con un fragante ungüento, no dejando ninguna huella de las heridas. Por el mucho amor que tenía a Jesús, había deseado tener mil vidas para ofrecérselas... una sóla vida me parecía poco... y estaba feliz de sufrir en unión con Él. Por eso fui preservada tantas veces de la muerte y sufrí varias torturas.”
Esto es también muy propio de los relatos de martirio. La hermosa virgen es torturada hasta que su cuerpo inspira más lástima y repugnancia que deseo, y es arrojada al cárcel en tal estado para que las ratas den cuenta de ellas. Por la noche, es consolada y curada por un evento celestial, y al amanecer está tan sana y hermosa como en sus mejores días. Lo tenemos presente desde las leyendas tardoantiguas y es algo muy común en los relatos hagiográficos que compiló Jacopo Della Voragine en su Leyenda Áurea. Y desde luego, la explicación de por qué se prolonga tanto un martirio, por intervención divina, es también vieja como la tos: para mayor gloria del mártir, de Jesucristo que sufre en unión con Él, y para iluminación y conversión de todos los presentes.

"Esta vez, el Emperador sintiéndose burlado e impotente, entró en tal furia, que ordenó me dispararan con flechas hasta que muriera. Los arqueros doblaron sus arcos, pero las flechas no podían moverse. El tirano me maldijo, acusándome de ser una bruja. Pensando que con el fuego, la hechicería sería neutralizada, ordenó que las flechas fueran calentadas al rojo vivo en la caldera. De nuevo, mi Esposo me salvó de éste tormento. Tuve un rapto de éxtasis. Las flechas que iban hacia mi cuerpo se devolvieron hacia los arqueros, y seis de ellos fueron atravesados y murieron."
En esta ocasión el malvado Augusto ya no espera atormentarla sólo un poco, sino acabar con ella de inmediato. Pero las flechas se quedan paralizadas en los arcos por intervención divina. Sospechando algo de brujería, se procede a calentarlas al rojo vivo. Esto está bastante conseguido, porque el fuego exorciza y purifica ya en la piedad pagana, algo que pasaría luego a la cristiana, y al calentar el metal de espera que la brujería que la impregna salga de él. Pero de nuevo se opera un milagro y las flechas vuelven por donde habían venido, clavándose en las que las habían disparado. Esto tampoco es nuevo: ya se ve en el relato del martirio de San Cristóbal, quien condenado al asaeteamiento, vio cómo las flechas dirigidas contra él se volvían contra sus agresores, y una llegaba a clavarse en el ojo del magistrado que le había condenado.

De nuevo tenemos que decir que la única realidad del pasaje es ésta: se incluyeron dos escenas de flechamiento en el relato del martirio de Filomena única y exclusivamente porque en la lápida de su loculus aparecen representadas tres flechas, que son perfectamente identificables como tales. Dos de ellas tienen el remate emplumado, la tercera, que está en el centro, carece de él. Por eso se ha especulado en que tal vez este tercer símbolo no sea una flecha, sino una lanza: incluso hay quien dice, sin citar sus fuentes, que en el momento de examinar los restos de la mártir pudieron observar daños serios en la caja torácica que hicieron pensar que había sido alanceada. Esto no se puede comprobar porque hasta la fecha, Monseñor Braschi, rector del Santuario de Santa Filomena en Mugnano, donde se veneran sus restos, no ha facilitado a nadie el informe científico resultante de un estudio definitivo de los restos realizado en 2005. Algo me hace pensar que la observación de las costillas rotas por una lanza sea algo aventurada, porque no consta en la leyenda ningún alanceamiento ni ha quedado reflejado en la iconografía de la Santa, que siempre sostiene tres flechas (ver imagen), y no dos flechas y una lanza.

Ahora bien, ¿cuál es el significado auténtico de las flechas? Está claro que son flechas, pero, ¿qué simbolizan? ¿Son realmente instrumentos martiriales? ¿Son realmente dos flechas y una lanza, o son tres flechas? No existiendo una explicación alternativa, es posible que sí tuvieran que ser aceptados como tales, pero no deja de ser un caso extraordinario.

Meldelen

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