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Tus preguntas sobre los Santos

Santa María Egipcíaca, la gran penitente.

Santa María Egipcíaca, la gran penitente.

La vida de Santa María Egipcíaca esta entre las diez vidas de santos que mas me han fascinado y mas me han llegado. No es una vida de grandes viajes,ni de grandes milagros (algunos hay), es la vida de una gran mujer que llevo en su juventud una vida más que disoluta y que un hecho prodigioso la cambio para siempre, retirándose del mundo conocido y viviendo durante 47 años en el desierto. ¿Que debió hacer durante 47 años completamente sola? La verdad que hay que tener una fortaleza de hierro para vivir así, pero ella lo hizo, y solo tuvo una visita humana prácticamente hacia el final de su vida. La vida de estos penitentes que se retiran del mundo siempre me ha impresionado, jamás podría ser capaz de imitarlos, por eso tanto me atraen tanto, los admiro y valoro. Os relato a continuación su historia dentro de "La Leyenda Dorada" de Santiago La Vorágine tal cual está escrita.

Hacia el año 270,en tiempos del emperador Claudio, María Egipcíaca, conocida popularmente con el nombre de "la pecadora", se retiró al desierto en el que vivió cuarenta y siete años entregada a muy duras penitencias.

En cierta ocasión un abad, llamado Zósimo,paso al otro lado del Jordán y recorrió una gran zona desértica para ver si en la región que quedaba a la otra orilla del río moraba algún anacoreta. Un día vio desde lejos un bulto que caminaba. Cuando estuvo un poco mas cerca advirtió que se trataba de una persona totalmente ennegrecida por el calor del sol. Era María Egipcíaca, quien, en cuanto se dio cuenta de la presencia, aunque lejana, del abad, emprendió veloz carrera huyendo de él. Pero el abad corrió todavía mas, y cuando estaba ya cerca, María, vuelta de espaldas le gritó:

"¡Abad Zósimo! ¿Porqué me persigues? ¡Párate! No puedo dejarme ver de ti, compréndelo; soy una mujer y estoy completamente desnuda. Arrójame con fuerza tu manto desde donde estás para que pueda cubrirme con él, y después, con mi pudor a salvo hablaré contigo".

Zósimo quedó estupefacto al enterarse de que aquella mujer conocía su nombre. Luego le arrojo el manto para que se tapara, en cuanto vio que la mujer se había cubierto con aquella prenda, corrió hacia ella, se postró a sus pies y le pidió su bendición.

"¿Que dices padre?" -replicó María-"Tu, como sacerdote debes bendecirme a mi!" Zósimo iba de sorpresa en sorpresa, aquella desconocida no solo sabía como se llamaba, sino que también estaba enterada de que era sacerdote. Con esto, aun más impresionado, insistió en que la bendijera. María, entonces exclamó: "¡Bendito sea Dios,redentor de nuestras almas!"

Luego, extendiendo sus manos comenzó a orar, y mientras oraba fue levantándose en el aire hasta quedar suspendida a una altura de un codo sobre la tierra. El anciano, a la vista de este fenómeno pensó interiormente si no estaría en presencia de un demonio disfrazado de mujer, que trataba de engañarle y simulaba orar para mejor conseguirlo. Mas he aquí que una nueva sorpresa vino a añadirse a las anteriores, porque inmediatamente la desconocida dijo:

"Que Dios te perdone tu mal pensamiento de haberme tomado por un espíritu inmundo. No soy un demonio, aunque si una mujer muy pecadora.

Zósimo, en nombre del Señor, rogóle que se identificara y le dijera quien era. Ella le respondió:

"Padre, no sé si debo declararte quien soy; temo que si lo hago eches a correr espantado, como quien huye de una serpiente. Temo que mis palabras mancillen tus oídos, y hasta que el aire quede contaminado si me atrevo a contarte mi vida."

No obstante Zósimo insistió en que quería saber quien era, por lo cual ella accedió y refirió al abad lo siguiente:

"Yo, hermano, nací en Egipto. A los doce años fui llevada a Alejandría, y a los diecisiete me dediqué a la prostitución de mi cuerpo; en este oficio permanecí mucho tiempo. En cierta ocasión, al enterarme de que desde el puerto de Alejandría iba a salir un barco cargado de peregrinos que se dirigían a Jerusalén para adorar la Santa Cruz, rogué a los marineros que me permitieran embarcarme en su navío.

¿Tienes dinero-me preguntaron-para pagar el pasaje?

Yo les respondí: No tengo dinero,pero puedo pagar con mi cuerpo, ellos aceptaron, me dejaron embarcar, y durante la travesía usaron y abusaron de mi cuanto quisieron. Al llegar a Jerusalén, quise también adorar la Santa Cruz, y me dirigí a la iglesia, pero al acercarme a la puerta del templo me sentí rechazada por una fuerza invisible, que no me dejaba pasar. Cuantas veces intenté penetrar en el sagrado recinto, y fueron muchas otras tantas me lo impidió una mano misteriosa. Al observar que todos los demás entraban libremente, y que solamente a mi se me vedaba el paso, traté interiormente de indagar cuales podrían ser las causas de tan extraño fenómeno, hasta que caí en la cuenta de que no podían ser otras que las de la enormidad de mis pecados. Entonces empecé a darme golpes de pecho y a derramar amarguísimas lágrimas y a prorrumpir en profundos suspiros.

En esto vi que sobre la portada había una imagen de la Bienaventurada Virgen María, en la que hasta entonces no había reparado, y mirándola tiernamente le rogué con copioso llanto que me alcanzase de Dios la gracia de que se me perdonasen mis culpas y de que pudiese pasar al interior del templo para venerar la Santa Cruz, prometiéndole a Cristo y a Nuestra Señora que en cuanto saliera de aquella iglesia abandonaría el mundo y viviría en absoluta castidad hasta el final de mis días. Una vez hecha esta oración y promesa quedé tranquila y firmemente convencida de que la Bienaventurada Virgen María me alcanzaría lo que le había pedido, y sin dudarlo me acerque al dintel del templo, lo traspasé y entre en el santo lugar sin que nadie ni nada me lo impidieran; adoré devotamente a la Santa Cruz, y cuando termine de hacerlo, alguien, no sé quien, me dio tres monedas de plata y a continuación oí una voz que me decía: Si pasas el Jordán, quedarás a salvo.

Con las tres monedas compré tres panes, y con ellos en mis manos cruce el Jordán, me vine a este desierto, me refugié en él, y en el llevo viviendo ya cuarenta y siete años, durante los cuales no he visto a persona alguna, hasta ahora que te he visto a ti. Los tres panes que traje conmigo, conmigo siguen después de cuarenta y siete años, sin merma alguna, cual si fuesen piedras, a pesar de que en todo este tiempo de ellos he comido cuanto he precisado. Mis ropas fueron deshilachándose poco a poco hasta que perecieron totalmente. Durante los primeros diecisiete años que pasé en esta soledad tuve a menudo tentaciones carnales; pero con la gracia de Dios logré superarlas y desaparecieron por completo. Bueno, hermano, ya te he comentado mi historia; ahora que la conoces encomiéndame en tus oraciones al Señor, te lo ruego".

Acabada la narración, el santo abad se arrodilló y bendijo al Señor por la misericordia que había tenido de aquella su venerable sierva. Después la penitente dijo a Zósimo:

"Voy a pedirte un favor. El año que viene acude el día de Jueves Santo a la orilla del Jordán y trae contigo el cuerpo del Señor. Yo te buscaré por allí, para que me des la comunión, porque desde que vine a este desierto no he comulgado nunca".

El anciano abad regreso a su monasterio,y al año siguiente, la víspera del Jueves Santo, se trasladó a la orilla del Jordán llevando consigo el cuerpo del Señor, y al llegar a la vera del río vio como ya estaba aguardando en la otra ribera la penitente, quien en cuanto lo divisó trazó la señal de la Cruz sobre la corriente y comenzó a caminar sobre las aguas; de ese modo llegó a la orilla opuesta y exactamente al mismo sitio en que Zósimo se encontraba. El venerable anciano, maravillado, en un impulso de devoción se hincó de rodillas ante la recién llegada, pero esta al instante le dijo: "¡No hagas eso! ¡No hagas eso! ¡Levántate! ¡Eres un sacerdote, y además traes contigo el cuerpo del Señor!"

Terminada la entrevista, la penitente antes de separarse del abad, rogó a este que el año próximo, el día de Jueves Santo, acudiese a visitarla al mismo lugar en que se vieron por primera vez; luego trazó la señal de la Cruz sobre el rió, se internó en él, lo cruzó de nuevo del mismo modo que lo hiciera al venir, es decir, caminando sobre las aguas, llegó a tierra, y continuó avanzando hacia el desierto. Zósimo por su parte,regreso a su monasterio.

Al año siguiente el abad acudió al sitio que la sierva de Dios le había indicado, y al llegar a él quedó sorprendido; en el lugar preciso en que casualmente la había visto por vez primera yacía ahora, tendido en tierra, el cuerpo muerto de la santa mujer. Mucho lloró Zósimo sobre aquellos venerables restos. Luego pasó por momentos de perplejidad. Por una parte parecíale que debería enterrarlos, por otra, no se atrevía a hacerlo, para darle sepultura era menester tocarlos, y esto -pensaba él con reverente temor- tal vez no fuese del agrado de la santa. Cuando estaba entregado a estas cavilaciones vio, de pronto,junto a la cabeza del cadáver,una inscripción hecha sobre la arena que decia: "Zósimo, entierra el cuerpo desmedrado de María que por orden del Señor dejó esta vida el dos de abril. Torna este polvo a la tierra y ruega por mi".

Haciendo cálculos el abad cayó en la cuenta de que la penitente había fallecido el año anterior precisamente el día de Jueves Santo,o sea, en la misma fecha que el administrara la santa Comunión; por tanto, aquella piadosa mujer, en cosa de una hora, milagrosamente había cubierto la distancia existente entre la ribera del Jordán y el sitio en que su cuerpo se encontraba, distancia que el había tardado en salvar treinta días en cada una de las dos ocasiones en que había recorrido aquel trayecto.

"Asombroso"-pensaba y decía Zósimo, hablando consigo mismo. Mas su asombro fue en aumento, porque al reflexionar acerca del modo de ejecutar la orden que se le daba en la mencionada inscripción, y hallar serias dificultades para excavar la sepultura, observó como llegaba hasta el un león caminando mansamente. Entonces, dirigiéndose a la fiera le dijo:
"Escucha león. Esta santa mujer antes de morir dejó escrito que yo diese sepultura a su cuerpo; pero no veo la manera de hacerlo, porque además de que soy viejo y carezco de fuerzas, no tengo herramientas ni puedo hacerme con ellas en este desierto. Lo mejor sera que tú, con tus garras, hagas un hoyo en el suelo para que pueda cumplir su deseo".

Seguidamente el león comenzó a excavar en la arena e hizo en tierra un hoyo suficientemente hondo y amplio para depositar en él los venerables restos, y una vez sepultados se alejó de aquel lugar tan mansamente como había venido, cual si fuese un cordero. Zósimo también glorificando a Dios, retornó a su monasterio. 

Abel Moreno Rubio.

Hay que decir que la mayoría de estos detalles, los recoge Santiago La Vorágine de una composición poética del siglo XIII, porque la narración original es mucho más escueta. Y añadir que a solo cien años después de la muerte de María Egipcíaca, ya se recogen testimonios de peregrinación a su tumba. Junto a María Magdalena, Thais y Pelagia, forma parte de los grandes ejemplos dados por la predicación medieval sobre la necesidad de la penitencia y los actos heroicos de conversión.

La imagen, de Vicente Ventura, también la dona el autor del artículo, Abel.

Ramón.

9 comentarios

frederik -

la verdad no pienso que tenga caso discutir la verasidad o no de los echos sino la esencia de esta historia y las gracias que se reflejan en la historia pues es cierto que ella existio y es cierto que penitente fue dejando su vidad pasada lo cual es un ejemplo en primer lugar del amor y la misericordia dedios hacia los hombres y tambien que por muy perdidos que pensemos que estamos siempre esta dios buscandonos y dandonos chispas de su amor, ademas de que tenemos una santa que brilla como el mas puro cristal pus si al principio su alma en negresidad fue por el pecado dios la limpio con su snato espirito dejando brillante, pidamosle pues la gracia de arepentirnos de nuestros pecads como ella lo hizo y no nos preocupemos por lo que paso o no

Meldelen -

Los criterios que acabo de exponer y con los que discrepas, Abel, son los que emplean los Bolandistas y otros investigadores serios y rigurosos en materia de hagiografía, y no por ello son menos creyentes en los Santos. Esos fenómenos forman parte de una tradición antigua y no son contrastables. No se trata de milagros canónicamente reconocidos por la Iglesia para la glorificación de sus Santos, sino de leyendas antiguas, y como tal ni pueden demostrarse ni son creíbles, por estar presentes de forma rutinaria en la mayor parte de esa hagiografía antigua.

Maruxela Chao -

Una historia impactante Parece de ciencia ficción

ABEL -

Discrepo contigo Mel....y si en este caso no han ocurrido esos fenomenos en otros muchos si.

Meldelen -

Cuando decimos de la vida de un Santo o Santa que es legendaria, no estamos diciendo que no exista, sino que lo que se sabe de él o de ella no es lo bastante veraz desde un punto de vista histórico. No decimos que sea legendario porque sepamos poco de él o ella, más bien decimos que es legendario porque, sepamos mucho o poco de él o ella -y es más frecuente que sepamos mucho- eso que sabemos es una leyenda, al no tener suficientes datos de veracidad histórica. Ahí es cuando decimos que la vida de un Santo o Santa es legendaria.
En el caso de María la Egipciaca, no es que se dude de su existencia, sino que el relato de su vida es muy legendario. Panes que duran cuarenta años, fuerzas invisibles que arrastran a la gente fuera del templo, leones dóciles que cavan tumbas, cuerpos incorruptos al sol... todos estos elementos son leyenda y es lo que hace que su vida sea legendaria, no que sepamos poco o mucho sobre ella.

juan oscar -

Muy lindo el relato de esta santa que no conocia. Muchas veces pienso que estos relatos seguramnete estan enbellsido y atravez de los tiempos se les fueron agregando cosas. Pero me es imposible no decir que la vida de estas personas son mucho mas profundas que por ej cruzar caminando las aguas y orealizar otros hechos prodigiosos. Seguramente estos hecho pudieron haber sucedido y por ser leyenda, noq uita que no hayan sudecido. Pues alguien que leea en un futuro muy distate la vida de la madre teresa o muchos otrois santos contemporaneos y no tenga mas que soilo un relato de sus vida, le paresiria casi milagros que pudiera ayudar a tantos con tan poco. Pues igualmente con muchos otros santos por ej aquellos que solo se alimentaba de la eucaristia. O tubieron algun hecho extraordinario en su vida. Que al pasar el tiempo y tener poca informacion se cre que son leyendas. Creeo que existieron personas qe su vida esta mcho mas alla de los actos sobrenaturales o miticos que pudieron tener sus vidas. Y que para mi entender si los tubieron por ej esta santa que estuvo 47 años en el decierto aun aunque solo estuviese tan solo unso años es maravillos que entregra su vida a Dios. Y millones de otros con no conocemos su vida o solo pequenos relatos de ellos. Pues su vida de santidad no es mucho mas que lo que si tenemos libros enteros de su vida. Por ultimo estas personas son santas porque son amigos de Dios y Dios es fue y sera su Padre, Su amigo y Su Señor.

Meldelen -

Estoy de acuerdo. Yo tambien conozco y recopilo las leyendas de las Santas con el mayor sutido de detalles posibles, lo que quería decir, es que hay que conservarlas, pero reconociendo que son leyenda.

ABEL -

Tambien comparto tu fascinacion por la vida de las penitentes Mel.
Quiero comentar en relacion a las "leyendas" en las vidas de estas santas tan antiguas,que esa misma leyenda va dentro de su historia,se puede creer o no,o pasarla por alto,yo soy de los que pienso que la vida de los santos mas antiguos o de leyenda hay que contarla tal como se ha venido haciendo y no anular,desmitificar o cortar parte de la historia.
Aunque este contada o relatada siglos despues.

Meldelen -

Las vidas de las penitentes siempre me han resultado fascinante, pero hay que considerar que hay mucho de legendario en ellas y no cabe tomarlas al pie de la letra. Lo cual no significa dudar para nada de su existencia.
Por cierto, el dibujo de este pintor es realmente espléndido.