Santa Susana de Roma (I)
Esta virgen y mártir, celebrada el 11 de agosto, es una santa bastante conocida de la que, sin embargo, se ha escrito una passio muy fantasiosa que merece poco crédito. Son muy antiguos los testimonios históricos martiriales que existen sobre ella, pero constituye un intrincado y difícil problema hagiográfico que ha acabado por enmascarar su existencia histórica.
La tradición dice que era hija de de San Gabino y sobrina del papa San Cayo. Era una familia muy próxima a Diocleciano formada por cuatro hermanos, Gabino y Cayo, cristianos, y Claudio y Máximo, que servían al emperador. Susana había nacido en Dalmacia pero al poco de mudarse la familia a Roma, su madre falleció y Gabino, con el tiempo, se ordenó sacerdote. La niña demostró ser laboriosa e inteligente desde muy corta edad y a los doce años mostraba gran interés por las Sagradas Escrituras y comentaba los textos de los Santos Padres. A los quince años de edad consagró su virginidad a Cristo.
Por aquel entonces murió Valeria, esposa del César Galerio e hija de Diocleciano, y al quedar viudo pensó el emperador en buscarle otra esposa, y escogió a Susana. Encomendó a Claudio, primo suyo, que hablara con Cayo y Gabino acerca del matrimonio, pero éste se encontró con la negativa de la joven y, convencido por los argumentos de sus parientes, se acabó convirtiendo al cristianismo. Como no volviera a Diocleciano, éste mandó entonces a Máximo, aconteciendo el mismo resultado: que en lugar de convencer a Susana para que aceptase el matrimonio, acabó convertido por ella.
Un esclavo de Máximo dio entonces noticia al emperador de lo que había pasado. Montando en cólera, Diocleciano dio la orden pública de desterrar a Claudio, a su esposa Prepedigna y a sus dos hijos, y también a Máximo; pero en realidad fueron todos quemados vivos en Ostia y sus cenizas echadas al mar. Luego encarceló a Gabino y a Susana, a la que, tras un tiempo, mandó sacar de prisión y poner bajo la custodia de su esposa, la emperatriz Prisca, con la orden de que la convenciera de aceptar a Galerio en matrimonio. Pero siendo la emperatriz también cristiana, no hizo nada en este sentido. Diocleciano envió a Susana a su propia casa y autorizó a Galerio a asaltarla y violarla, para que por vergüenza no le quedara más remedio que casarse con él. Pero cuando la atacó surgió ante él un brillante ángel que defendió a Susana y ahuyentó al agresor.
Habiendo desistido ya del proyecto de matrimonio, pero decidido a castigar a Susana por su desobediencia, Diocleciano envió a un ministro suyo, Macedonio, para que forzara a la joven a sacrificar al dios Júpiter. Apenas giró el rostro Susana, apartando la vista del ídolo, éste desapareció de su pedestal y apareció hecho pedazos en la calle. Montando en cólera, Macedonio abofeteó y azotó a la joven, salió y logró una orden de ejecución del emperador, y regresando a donde estaba ella, la decapitó. Era el 11 de agosto del año 295. La emperatriz recogió el cadáver de la joven y la enterró en las catacumbas de San Alejandro. En cuanto a Gabino, murió seis meses después, consumido por la estancia en la cárcel. El papa Cayo siguió celebrando misa en la casa de Gabino y Susana en honor a su martirio, y con el tiempo surgió sobre ella la actual iglesia de Santa Susana en Roma.
El problema que plantea la passio es que está llena de errores históricos y el discurso es totalmente literario. El relato está construido de acorde a intenciones edificantes y piadosas que para nada deben considerarse realidad histórica. Por ejemplo, resulta ridículo el ir y venir de personajes tratando de convencer a la joven de que acepte el matrimonio con el César, cuando en la antigua Roma ni siquiera a las mujeres más encumbradas se les consultaba ni pedía opinón ninguna a la hora de entregarlas en matrimonio.
Además, la hija de Diocleciano, Galeria Valeria, murió en el año 315 y fue esposa de Galerio desde el año 293 hasta su muerte, lo que no casa con la cronología de la passio. Ella y su madre, la emperatriz Prisca, fueron ejecutadas por orden de Licinio en este año, cuando ya había muerto Diocleciano. Y si bien se ha dicho que madre e hija eran cristianas en secreto, la realidad que ha podido probarse es que eran simpatizantes con los cristianos, lo que no quiere decir que ellas mismas lo fueran.
Por último, hubiera sido un auténtico escándalo que a miembros de la familia imperial, como son considerados Claudio, Prepedigna, Máximo y sus parientes, se les quemara vivos; y además en un lugar público tan concurrido como el puerto de Ostia.
Sin embargo creo que es más útil pasar a hablar de las evidencias arqueológicas y escritas de la existencia de la Santa más allá del relato legendario de su martirio, pero lo dejaré para el próximo artículo, por no alargar más éste.
(En la imagen, ilustración de Santa Susana pisoteando los restos del ídolo pagano, para la edición breve de “The Lives of the Saints”, por el rev. Alban Butler).
Meldelen
2 comentarios
Meldelen -
(Un consejo: antes de preguntar cosas que ya están en el artículo, por favor, aseguraos de leerlo atentamente.)
susana -