Festividad de la Preciosísima Sangre
En el Calendario Litúrgico anterior a la reforma conciliar, el 1 de julio se celebraba la Festividad de la Preciosísima Sangre de Cristo.
Es interesante ver como mientras la sangre es algo que repugna, prácticamente la totalidad de las religiones primitivas hacían uso del derramamiento de sangre como símbolo expiatorio. Ya fuera sangre de animales o de personas, este caudal de vida era un “aplacador de deidades”. Aún en las religiones de origen africano se sacrifican animales para atraer el bien o alejar el mal. El judaísmo no fue ajeno a estas prácticas, aunque, en una evolución de la conciencia religiosa, comprendió que la vida humana era demasiado importante como para derramar su sangre (haciendo la vista gorda en el caso de las guerras, tanto como los cristianos), por lo que comienza a utilizar animales, y haciendo gratos estos sacrificios a Dios, a la par que sacraliza la sangre humana en sentido negativo (tocarla es incurrir en una gran impureza). Pero esto es el judaísmo primitivo, según evoluciona, y se acerca en el tiempo, los profetas anunciarán el cambio de los sacrificios por la misericordia; de la sangre de los corderos, por la Definitiva Sangre del Definitivo Cordero.
La consideración y devoción católica por la sangre de Cristo nace en las mismas palabras bíblicas “por su Sangre nos ha redimido”. Como dije, en el contexto judío, el derramamiento de sangre era algo de mal signo, y quien moría de muerte violenta y desangrado, al ser enterrado, los deudos que habían tocado el cadáver debían purificarse. Y he aquí que el cristianismo rompe drásticamente con esto, aún en el ambiente judío: la sangre ya no es signo y sustento de la vida, sino que hay una vida superior, un alma, comprada a precio de Sangre, de la única Sangre Justa, que clama al cielo más aún que la de Abel. Y una sangre que, ¡escándalo!, se bebe y degusta como prenda salvífica.
El arte ha sido generoso con la Sangre de Cristo: El barroco se explayó en crucifijos ensangrentados, imágenes de la flagelación que dejan ver hasta los tendones. Bellísimos lienzos de Cristo, Varón de Dolores, en que el Señor aparece en un lagar, pisando uvas, que destilan su propia sangre, de la que, cual fuente de salid, beben las almas. A la vista y la sensibilidad modernas todo esto parece a los hombres de hoy un baño de sangre y morbo innecesarios, pero no es la vista de la sangre y el dolor lo que les horroriza (el mundo se deleita en películas o escenas más sangrientas aún), sino que es la vista de ESA sangre y ESE dolor, los que los interpela. Es ese fue por ti lo que aún hoy escuece.
El siglo XIX, tiempo de gran expansión de la devoción, centró la iconografía en torno al cáliz, recordando el Sacrificio Redentor y su renovación en la misa de cada día. Se populariza la imagen de Jesús portando un cáliz, o la conocida Nuestra Señora de la Preciosa Sangre, en la que el Niño ofrece el cáliz con su sangre. Es la invitación a participar del misterio redentor, en suma, a “beber su cáliz”.
La contemplación de la sangre de Cristo alentó a santos, teólogos, poetas y místicos en su comprensión del misterio de la Redención. Algún ejemplo: la contemplación de un Cristo “muy llagado, que bien mostraba lo que por nosotros padeció”, convierte a Santa Teresa, sacándola de su vida triste y gris."¡Sangre y fuego, inestimable amor!", escribió a Catalina de Siena. Y San Buenaventura: "La flor preciosa del cielo, al llegar la plenitud de los tiempos, se abrió del todo y en todo el cuerpo, bañada por rayos de un amor ardentísimo. La llamarada roja del amor refulgió en el rojo vivo de la Sangre".
Es por ello que, en la liturgia de la Iglesia, la referencia a la Sangre Redentora es constante, incluso junto a los acaramelamientos navideños, en que un recordatorio de la sangre de Cristo parece (solo parece) fuera de lugar, la Iglesia canta: “Nosotros los redimidos por tu sangre, en el día de tu nacimiento te cantamos un himno nuevo”. Así también, el Viernes Santo, día en que la Sangre redentora cobra especial vigencia, la liturgia de la Adoración de la Cruz clama: “Traspasado el cuerpo manso, de donde brotó la sangre que lavaron la tierra, el mar y los astros”.
Es por eso, y por mucho más que no cabría explicar en un artículo, que se comprende la necesidad de la festividad de la Sangre de Cristo. Esta festividad litúrgica fue instituida en 1849 por Pío IX, y confiada a los Misioneros de la Preciosa Sangre, congregación misionera fundada a principios del siglo XIX por San Gaspar de Buffalo (21 de octubre), gran devoto de la Preciosa Sangre. Benedicto XIV mandó componer la misa y el oficio propios definitivos. Pío XI la elevó a Solemnidad y la extendió a toda la Iglesia en 1933, con motivo del jubileo por el 19no centenario de la Redención.
El 30 de junio de 1959 Juan XXIII publicó la carta apostólica “Inde a primis” donde recalcaba la importancia de dicha festividad, insertada en el marco litúrgico de las fiestas del Sagrado Corazón y la fiesta del Corpus (1). Pero, finalmente, la reforma del Vaticano II la suprimió (2), entendiendo que ya en el Corpus estaban intrínsecamente expuestos la adoración, importancia y significado de la Sangre de Cristo. Sí, pero no.
Y termino con una frase de la anterior citada Carta Encíclica:
"Así, pues, al acercarse la fiesta y el mes consagrado al culto de la Sangre de Cristo, precio de nuestro rescate, prenda de salvación y de vida eterna, que los fieles la hagan objeto de sus más devotas meditaciones y más frecuentes comuniones sacramentales. Que reflexionen, iluminados por las saludables enseñanzas que dimanan de los Libros Sagrados y de la doctrina de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia en el valor sobreabundante, infinito, de esta Sangre verdaderamente preciosísima, cuius una stilla salvum facere totum mundum quit ab omni scelere (de la cual una sola gota puede salvar al mundo de todo pecado)".
(1) También ordenó que a las alabanzas al Santísimo, en el momento de la Reserva se añadiera la exclamación “Bendita sea su Preciosísima Sangre”, así como se alaba su Cuerpo, su Sangre y su Corazón.
(2) Los misioneros de la Preciosa Sangre y las Adoratrices la celebran aún a 1 de julio.