Santa Jucundia no se ahogó
Pregunta: ¿Sufrió ella siendo ahogada en el mar? Filipinas
Respuesta: Qué cosa tan rara me preguntas, no sé dónde puedes haber oído eso. Santa Jucundia, cuyo cuerpo se venera en Rimella (Italia), es una mártir de las catacumbas. Su cuerpo fue hallado en la catacumba de Santa Ciríaca (Campo Verano, Roma) y fue trasladado a Rimella por intervención de Giuseppe Antonio Molino, quien había tramitado la traslación con monseñor Giuseppe Maria Luini, obispo de Pesaro. Los restos pasaron de Roma a Novara y fueron depositados en una capilla de la iglesia de los Capuchinos, donde el padre Illuminato da Novara los limpió y dispuso en una urna. Luego sería trasladado hasta su ubicación actual en junio de 1790. En 1842 se procedió a limpiar el esqueleto de nuevo y el cráneo fue enviado a Milán para ser recubierto de cera y así favorecer su conservación. Hay presencia de una ampolla con su sangre que prueba su martirio, pero no se expone en la urna, sino que está en el oratorio de Roncaccio Superiore, de donde era oriundo el donante de las reliquias.
Tratándose de una mártir de las catacumbas, es obvio que no fue ahogada en el mar, primero, porque el cuerpo se hubiera perdido entre las olas, a menos que se hubiese puesto esfuerzo en recuperarlo; y segundo, porque el vaso con sangre vertida indica claramente su muerte por degollamiento o decapitación. Por lo tanto, no, no fue ahogada en el mar.
Es importante no confundir a esta Santa Jucundia con la única Jucundia que viene mencionada en el Martirologio, y que se venera en Reggio Emilia. Ésta es una mártir distinta, de la cual nada puede saberse aparte del nombre y de la evidencia del martirio. Goza de gran devoción popular en Rimella y se le atribuyen muchos milagros. Se la celebra siempre el primer domingo de agosto, aunque es una fiesta joven que no tiene más de 25 años, pero con grandísima participación: en la procesión de 2001 se contaron más de ochocientas personas.
Termino con la oración que viene al reverso de la estampa cuya imagen adjunto al artículo, que es cortesía de Adolfo Blanco:
“Oh Señor, que te complaces en la veneración tributada a tus mártires, concédenos que, por los méritos e intercesión de Santa Jucundia, de quien te fueron gratas la vida y la muerte gloriosa, podamos merecer las gracias temporales y espirituales necesarias para conseguir la eterna beatitud. Amén”.
Meldelen
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