Martyrium: desollamiento
Horrible y contundente, el desollamiento o despellejamiento consiste en desprender la piel del cuerpo, sin la cual no podemos vivir, para que al rato sobrevenga la muerte por hemorragia y asepsis. Esta horrenda y dolorosa forma de muerte –en tanto que mártires cristianos- se ha hecho muy conocida a través de la iconografía de San Bartolomé, apóstol a quien se atribuye esta forma de tormento y muerte (pero que no todas las versiones aceptan).
El desollamiento podía aplicarse por partes (cabeza, manos, pies) o de forma completa: en la Edad Media bastaba con hacer un gran corte en forma de T en la espalda e ir tirando de los bordes del corte para sacar la piel entera, aunque ello ya dependía de la habilidad del verdugo para hacerlo de una sola pieza y causando la menor hemorragia posible. Semejante pena era aplicada por delitos de traición, lesa majestad, o por robar en monasterios e iglesias (la piel arrancada era expuesta en público para escarmiento de todos). Probablemente en la Antigüedad semejante atrocidad no difirió demasiado de esto.
Tenemos apenas dos casos mencionados en cuanto a desollamiento completo, el de Santa Fotina, quien fue despellejada y arrojada a un pozo para dejarla morir, y el de Santa Julita, que lo fue antes de ser decapitada. Despellejamiento por partes, especialmente el cráneo, incluiría a todas las santas que mencioné en el artículo de los cabellos arrancados, porque también es desollamiento.
Esto se realizaba a cuchillo, pero no solamente: existían otros instrumentos que provocaban el desprendimiento de la piel (y de la carne también) que no tenían un efecto completo: los garfios de hierro, las úngulas, las garras de gato, los rastrillos, pinzas de hierro, o a veces simplemente trozos de cerámica rota, tejas o vidrios. Se aplicaban sobre el cuerpo arañándolo y se llevaban por delante piel, trozos de carne y hasta vísceras si se aplicaban sobre el estómago, además de provocar tremendas hemorragias. Fueron atormentadas de este modo las santas Martina (en la imagen), Cándida, Eulalia de Mérida, Teódota, Fausta, Irene de Éfeso, Hermíone, Sebastiana, Zoe de Atalia, Victoria de Córdoba, Parasceve de Iconio, Marta de Astorga, Águeda, Prisca, Dorotea, Marina (Margarita) de Antioquía, Aquilina de Persia, Arquelaide, Cristina, Regina, María la esclava, Rebeca, Teodosia de Tiro, Marcionila, Constanza, Faustina, Bárbara, y muchísimas otras. San Blas también lo fue, por ello se le representa con un peine, lo que le ha valido el patronato sobre los cardadores de lana.
Los ortodoxos tienen gran veneración a una virgen búlgara, Santa Zlata de Maglene (más conocida por ellos como la Neomártir Crisa), quien, secuestrada por un grupo de jóvenes turcos y habiendo rechazado insistentemente casarse con el cabecilla de ellos (lo que hubiera implicado su forzosa conversión al Islam), fue colgada de un árbol y le fueron arrancando la piel a tiras hasta desollarla por completo.
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