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Tus preguntas sobre los Santos

MARTYRIUM

Martyrium: estrangulamiento

Martyrium: estrangulamiento

Dícese de comprimir la tráquea de una persona hasta causar la muerte por asfixia.  Nunca fue un método oficial de ejecución, si exceptuamos la horca y el garrote vil; por considerarse un proceder infame y vergonzoso para agresor y víctima, y también por no ser la muerte de martirio por excelencia: solía tratarse asesinatos realizados en secreto, con violencia y rapidez, que no daban lugar a grandes confesiones de fe y no solían contar con ningún testimonio. Con todo, ello no ha restado mérito a estas personas, que constituyen casos excepcionales pero válidos y como tales han recibido el reconocimiento de la comunidad cristiana.

Santa Beatriz de Roma: fue denunciada por un particular que codiciaba sus bienes y encarcelada. Allí, en la oscuridad de la celda, fue estrangulada y su cuerpo arrojado al Tíber. Todos sus bienes fueron tomados por el denunciante, que sin embargo no pudo disfrutarlos mucho tiempo (o eso dice la tradición, tratando de inculcar la lección moral de “lo mal habido no aprovecha”).

Santa Eutalia: convertida al cristianismo por los hermanos y mártires Alfio, Filadelfo y Cirino, en cuanto su hermano supo de este cambio, y al no poder hacerla retractarse de su decisión, mandó a un esclavo suyo que la violara y a continuación él mismo la estranguló con sus propias manos.

Santa Sira: sacerdotisa persa consagrada al culto de Ahura Mazda –dios del fuego-, como se convirtiera al cristianismo, su propia familia la entregó a las autoridades, que la encarcelaron e hicieron torturar durante meses, hasta ser finalmente estrangulada con una soga en su calabozo.

Santa Ludmila: princesa de Bohemia y abuela de San Wenceslao, como adquiriera gran protagonismo en la difusión de la fe cristiana y obstaculizara las acciones de su nuera, la princesa Drahomira, ésta envió contra ella unos sicarios con orden de asesinarla. La anciana fue estrangulada con su propio velo, mientras suplicaba que le diesen una muerte más digna de una mártir (esto es, con efusión de sangre). La dejaron ahorcada con las cortinas de su lecho, donde fue hallada al día siguiente. Su nieto se encargó de honrarla y hasta el día de hoy sigue recibiendo el homenaje y la veneración de su pueblo.

Santa Godeleva (en la imagen): joven francesa cuyos actos de piedad y caridad con los pobres se ganaron la aprensión de su marido y suegra, que la maltrataban de continuo. Habiendo escapado de la casa conyugal y pedido auxilio al obispo local, fue sin embargo obligada a volver con su marido, que mandó estrangularla con las sábanas de su cama y hundir su cuerpo en un lago cercano. La veneración de esta santa comenzó con una serie de milagros acaecidos en su tumba, como fue la curación de la hija de su marido, que se había vuelto a casar en segundas nupcias. A la vista de esto su marido confesó el crimen y tomó el hábito de los penitentes. (Es patrona de costureras, tejedores, sastres y lavanderas, por lo de la sábana).

Santa Cunnera: considerada por la tradición como una de las compañeras de Santa Úrsula, tras ser apresada por los hunos, fue rescatada por el rey de Rhenen, quien la tomó como sirvienta, y se dio a la práctica  de la caridad con las gentes de la zona. Como el señor le tomara afecto por su servicio fiel y humilde y le permitiera administrar los bienes del comedor y evangelizar a las gentes; la reina montó en cólera y, ayudada de su doncella, asaltaron a Cunera, la estrangularon con una tela y la enterraron en los establos. El culto se inició a partir de haber sido hallado su cuerpo incorrupto después de varios siglos.

Beata Marquesina Luzi: religiosa de la orden terciaria de San Agustín, fue atacada por su propio hermano, que quiso violarla, y como ella se le resistiera en exceso la estranguló con sus propias manos y ocultó su cuerpo en una gruta. El cadáver fue hallado aún sin corrupción después de varios días, lo que dio pie a su veneración.

Beata Teresa Bracco: mártir de la pureza, fue estrangulada por un soldado alemán al no querer permitir que la agrediera sexualmente, y luego destrozó el cuerpo dándole varios tiros y aplastando su cabeza a pisotones.

Martyrium: qué dolor de cabeza

Martyrium: qué dolor de cabeza

Si eres de los que, como esta que os escribe, padece con frecuencia cefaleas y migrañas, quizá te hayas preguntado a qué santo podrías invocar, además de tomar analgésicos e ir al médico. Por extraño que parezca, aquellos santos que con frecuencia se invocan para el dolor de cabeza son aquellos que fueron atormentados o que murieron a causa de un grave traumatismo en el cráneo. Y no son pocos.

Santa Engracia: (en la imagen) como si no bastaran los otros atroces tormentos a los que fue sometida, finalmente le hundieron un clavo en la frente. Ni siquiera entonces le fue concedida una muerte rápida, por lo que, comparada con su agonía, la peor de las migrañas debe ser cosa de risa.

Santa Bárbara: le llovieron sobra la cabeza diversos y repetidos golpes de martillo, para aturdirla e interrumpir las oraciones que pronunciaba en medio del tormento.
 
Santas Sabina y Cristeta: con su hermano San Vicente, fueron ejecutadas siendo aplastados sus cráneos a golpe de vara, con tanta violencia que –dicen las actas- “les saltaron los sesos por todas partes”.

Santa Eufemia de Roma: es un cuerpo santo extraído de las catacumbas de Roma, y que se venera en Pavía. Al estudiar el cráneo se hizo evidente que había sido aplastado con un golpe de maza. Por eso, la figura de cera que recubre el esqueleto presenta la frente partida, a falta de más datos sobre su vida y martirio.

Por añadidura, cabe considerar a todas las mártires que fueron apedreadas, porque la muerte por lapidación llega a causa del impacto de las piedras contra la cabeza.

Santa Emerenciana: cristiana catecúmena que oraba en la tumba de Santa Inés cuando fue atacada por un grupo de mujeres paganas que la apedrearon hasta matarla. Como la enterraran con la niña mártir, surgió la tradición de que habían sido hermanas de leche.

Santa Mamelta: joven persa que, por haber abandonado el culto oriental y abrazado la fe cristiana, fue apedreada hasta la muerte por su propia gente.

Santa Quinta de Alejandría: matrona cristiana que fue linchada en el motín donde también pereció Santa Apolonia. Después de arrastrarla por toda la ciudad atada  un caballo, fue rematada a golpes de piedra contra la cabeza.
 
A Santa Apolonia se la ha invocado también contra los dolores de cabeza, pero eso se debe a que el dolor de muelas, que es su patronazgo especial, se extiende con pasmosa facilidad a la cabeza si no se trata enseguida.

Santa Dionisia: por haber intervenido a favor de los mártires Andrés y Pablo, y haberles animado a resistir los tormentos, fue entregada a la turba, que la apedreó hasta la muerte.

Santa Aquilina la Neomártir: era una joven cristiana griega que, en la Turquía otomana, por no querer renunciar a la fe ortodoxa y abrazar el Islam, fue apaleada brutalmente y le aplastaron la cabeza.

Santa Helena de Sínope: como se resistiera a someterse sexualmente a un pachá turco (quien había solicitado a la chica a cambio de no incendiar el barrio griego de Sínope), le fueron hundidos dos clavos en la cabeza como remate a una larga tortura. A través del cráneo de la mártir dicen haberse obrado muchos milagros en Sínope, especialmente en aquellos que padecen dolores de cabeza. Los fieles convocan al sacerdote, quien les trae el cráneo, ante el cual se ejecutan súplicas y cantos serviciales, se bendice el agua y tras esto se realizaría la curación.  Dicho cráneo se venera actualmente en la iglesia de Santa Marina de Ano Toumba, en Salónica (Grecia). Dicen que desprende un aroma fragante y que continúa realizando curaciones.

Beata Teresa Bracco: mártir de la pureza, cuyo agresor le aplastó la cabeza pisándola con su propia bota.

Beata Pierina Morosini: mártir de la pureza, por defenderse de su agresor había cogido una piedra, pero ésta le fue arrebatada y usada contra su cabeza. El traumatismo la conduciría a un coma profundo y en dos días, a la muerte.

Beata Antonia Mesina: mártir de la pureza, su agresor también la mató a golpes de piedra contra la cabeza.

San Esteban, San Tarcisio.

Hay que hacer notar que el apredreamiento era fruto de la exaltación popular en revueltas y ataques contra los cristianos, o de un agresor de cara a una víctima concreta. Nunca fue un método institucionalizado de ejecución en la cultura grecorromana, sí en la hebrea, como sabemos a través de los textos bíblicos.

Además, el coronamiento de espinas también debe ser incluido en este apartado, porque se clavaban en el cráneo produciendo un dolor insoportable. Además del propio Jesucristo, tenemos también los casos de las mártires Santa Gudelia y Santa Teonila, a través de sus actas vemos que se solía afeitar la cabeza previamente para que el cabello no amortiguara el impacto de las espinas.

También los santos cefalóforos, o que portan su cabeza cortada entre las manos, son invocados para ello, pero ya no tiene que ver con su método de ejecución, que era la decapitación:

Santos Regúla, Félix y Exuperancio
Santa Noyale
Santa Quiteria
Santa Restituta
Santa Valeria de Limoges


Aquí, más de santos y dolores de cabeza

Martyrium: enterramiento en vida

Martyrium: enterramiento en vida

No fue demasiado practicado, pues se consideraba impío –y horrible- entregar a la tierra a quien aún no le había llegado su hora, pero en toda piedad hay excepciones. Cabe destacar que el enterramiento en vida que se practicaba en el antiguo Imperio –al menos en Occidente- no tenía nada que ver con cavar un hoyo, tirar a alguien dentro y cubrirlo con piedras y tierra, como han pretendido hagiógrafos y artistas. Esto es rotundamente falso. Lo que se hacía era excavar una cámara subterránea, o aprovechar tumbas e hipogeos, que se equipaban con luz, agua y alimentos, lo cual era mucho más civilizado que llenarle la boca a alguien de tierra suelta, pero no por ello menos cruel: la luz el agua y los alimentos se acababan tarde o temprano, y según la moral pagana era más honroso suicidarse que esperar a la muerte lenta y atroz, por lo que a menudo se le proveía a la víctima de una soga o una espada. Se mencionan algunos casos:

Santa Fotina: considerada por la tradición ortodoxa como la mujer samaritana que hablara con Jesús en el pozo de Jacob,  fue, tras ser desollada, arrojada a un pozo seco que fue sellado.
 
Santa Daría: con su esposo San Crisanto, fueron encerrados en una cámara sepulcral bajo un arenal que luego fue lugar de reunión de la comunidad cristiana, algunos de sus miembros fueron de nuevo enterrados vivos allí. Su caso es interesante porque antes de casada había sido virgen vestal (sacerdotisa de la diosa Vesta), y el castigo para aquellas vestales que abandonaban el sacerdocio antes de hora o perdían la virginidad, era ser enterradas vivas.

Santas Cándida y Paulina (en la imagen): madre e hija respectivamente, y esposa e hija de San Artemio, fueron encerradas en el Tullianum –o cárcel Mamertina-, horrenda sima que no era más que un simple agujero en el suelo por el que descendían a los condenados, donde morían de hambre en la oscuridad. Nadie que entraba allí salía nunca, por lo que no parece verídico el pasaje del encierro de San Pedro.

Santa Antusa la Joven: fue arrojada también a un pozo, donde se la dejó morir. El sobrenombre de “la Joven”, es para distinguirla de la otra Santa Antusa, princesa de Constantinopla, más conocida.

Santa Irene de Egipto: junto con su hermano San Atanasio, como no quisieran adorar a los dioses, fueron también arrojados a un pozo que luego fue sellado.

Además de los varones ya mencionados, cabe destacar a San Vidal, que también fue enterrado vivo en un pozo -y tengo entendido que por eso es patrono de los poceros-; los Siete Santos Durmientes de Éfeso, jóvenes cristianos que fueron encerrados en una cueva sellada, pero que cuando mucho tiempo después fueron rescatados sus cuerpos, parecía que durmiesen, de ahí su nombre (y una leyenda tardoantigua según la cual sí se habrían dormido de verdad, y despertado trescientos años más tarde, cuando el cristianismo ya era religión oficial).

Martyrium: desmembramiento

Martyrium: desmembramiento

Si el catálogo de atrocidades hasta ahora expuesto no basta para  abominar de la crueldad humana, faltaría ver la vergonzosa y terrible muerte que suponía ser desmembrado, es decir, cortado o desgarrado a trozos, para hacerse siquiera una idea de hasta qué extremos eran –y son- capaces de llegar las personas.

Existían diversos métodos para convertir en un destrozo de carnicería la maravillosa creación que es el cuerpo humano; uno de los cuales era la sierra. Algo tan brutal y repugnante como serrar a una persona por la mitad o a fragmentos no se dio demasiado en el occidente del Imperio Romano, sino que es una tortura originaria de Persia que se exportó a la India – que mantiene la memoria de muchos mártires sikh, cortados a cachos por no querer abrazar el Islam- y a las provincias orientales del Imperio.  Naturalmente el resultado era la muerte, pero la más atroz y lenta, que no podemos imaginar. Lo padecieron pocas mártires, pero no por ello dejan de ser significativas. El horror e indignidad del proceso hace que muchos hagiógrafos inventen todo tipo de prodigios para hacer que la mártir salga ilesa, salgo algunas excepciones.

Santa Tárbula y compañeras:
a esta mártir la veneran los ortodoxos con el nombre de Ferbuta. Fue una esclava en el harén de la emperatriz de Persia, que por cristiana fue serrada por la mitad, y con ella su hermana y otras cristianas cuyos nombres no se conservan.

Santa Teódota

Santa Calamanda: la tradición dice que su padre le hizo serrar los brazos para que no pudiera unir las manos en oración ni hacer la señal de la cruz. Como aprendiera ella a hacerlo con los pies, éste hizo dar orden de serrarla por la mitad.

Santa Fausta: fue metida dentro de una caja de madera de la que salían los brazos y piernas, y éstos serrados. La tradición dice, no obstante, que las sierras se rompían al tocar el cuerpo de la niña.

Santa Irene de Tesalónica: la tradición sostiene que al ir a ser serrada, un trueno resonó en el cielo, y el pretor, temiendo una desfavorable señal divina, mandó suspender el tormento.

Santa Eufemia: mismo caso que Fausta, sin embargo, al no ser herida por intervención divina, este tormento no ha trascendido en la iconografía, con excepción del pintor barroco español Zurbarán, que sí la representa portando una sierra.

Beata Apolonia Lizárraga:
religiosa que, en el contexto de la Guerra Civil Española, fue serrada viva y sus restos arrojados a los cerdos. Sirva esto de ejemplo que muchas brutalidades que consideramos “cosas del pasado”, no lo son en absoluto.

Santas María y Gracia de Alzira

Santa Zlata de Maglene

San Tirso de Palas y San Quintin de Vermand: ambos aserrados.

El desmembramiento también se realizó en el occidente del Imperio romano, pero recurriendo a golpes de hacha, que fue el caso de las Santas Basilisa y Anastasia, de Santa Anastasia Romana, de Santa Cirila de Cirene y de Santa Febronia, descuartizadas progresivamente hasta rematarlas por decapitación.

En el caso de Santa Orosia parece que fue usado un alfanje –espada curva- árabe, que tiene gran contundencia, para amputarle manos y pies antes que la cabeza, aunque en algunas representaciones aparezca siendo serrada.

Pero sin duda la forma más atroz de desmembramiento era la que se hacía por tracción simultánea, es decir, tirando de los cuatro miembros a la vez para arrancar brazos y piernas de una sola vez. Esta atrocidad también es de origen persa y se usó en las provincias orientales del Imperio. Se ha aplicado especialmente a los traidores y se ha usado en Europa hasta el siglo XVIII. Especialmente conocidas son:

Santa Estefanía (Corona): fue atada de brazos y piernas a dos palmeras dobladas que, al ser soltadas, desgajaron su cuerpo en trozos. (en la imagen)

Santa Tecla: fue atada a cuatro bueyes a los que se azuzó para que corrieran en direcciones opuestas y la descuartizaran, pero según la tradición, los animales rehusaron obedecer.

Como excepción, es de justicia mencionar a la filósofa pagana Hipatia de Alejandría; que como consecuencia de un motín cristiano –al parecer alentado por San Cirilo de Alejandría- fue atacada por una turba de cristianos que la arrastraron, pisotearon, despellejaron y cortaron a trozos usando trozos afilados de cerámica rota. Cuando el prefecto Orestes, alumno suyo, mandó castigar a los culpables, se aludió por parte de la comunidad cristiana que practicaba la magia negra y que tabajaba por la perdición de los cristianos. En realidad, parece que Hipatia, mujer ilustrada y librepensadora, había rehusado abrazar la fe cristiana por considerarla demasiado restrictiva para sus ideales. La comunidad científica y filosófica la honra como mártir, y lo cierto es que ella representa el trágico cambio cristiano de perseguidos a perseguidores en un tiempo récord, que es injustificable se mire por donde se mire.

 

Martyrium: mutilaciones

Martyrium: mutilaciones

La mutilación –esto es, amputar una parte del cuerpo sin finalidad médica- fue siempre un método de tortura y castigo. La muerte se producía por hemorragia si no se cosía ni cauterizaba la herida inmediatamente, o por la infección si estaba mal curada.  Se practicó desde siempre en todas las culturas, hasta la actualidad. El mutilado, al que se le solía permitir vivir tras ello, quedaba por siempre estigmatizado y era objeto de la burla y el rechazo de la sociedad. Aunque esta situación se dio más en la China y Persia antiguas y en la Edad Media que durante las persecuciones cristianas en Roma; donde tuvo un destino de muerte por desangramiento, frecuentemente asociado al descuartizamiento. Se cortaron casi siempre manos y pies, los pechos a las mujeres –cosa que ya tratamos en otro artículo- y los genitales a los hombres, a los que luego se les vendía como esclavos para gineceos –caso de los mártires Proto y Jacinto, Nereo y Aquiles, entre otros-. También se les cortaba la lengua a los que replicaban al pretor o juez con insolencia, gritaban con estridencia, le insultaban o proferían injurias contra las divinidades paganas.

Santa Avia: una de las compañeras de Santa Úrsula, la tradición sostiene que sus captores le amputaron los pechos con cuchillos sin afilar para darle mayor tormento.

Santas Basilisa y Anastasia: les amputaron manos y pies, pechos y lengua, y fueron dejadas para desangrarse hasta que fue decidido que las remataran.

Santa Cristina: al final de su largo proceso, como siguiera confesando su fe con ánimo e insistencia, el pretor Juliano mandó cortarle la lengua.

Santa Febronia: le amputaron los pechos, manos y pies, y finalmente la cabeza.

Santa Orosia (en la imagen): le cortaron manos y pies.

Santa Ebba y compañeras: el suyo fue un caso de automutilación voluntaria. Como el convento se viese asaltado por bandidos sajones y temieran ser violadas, la abadesa Ebba se cortó ella misma la nariz y el labio superior, siendo imitada por sus compañeras. Su aspecto quedó tan horrible que los sajones no las quisieron tocar, pero las quemaron vivas.

Santa Taciana: le fueron extraídos los dos ojos con un garfio calentado al rojo vivo.

Santa Sinforosa
y San Leodegario de Autún: les vaciaron los ojos a punzadas.

Santa Hripsime: mutilada de pechos, manos y pies, le sacaron los ojos también.

Santa Victoria de Córdoba: le cortaron manos y pies, y como profiriera grandes gritos de dolor que molestaban a los verdugos, se dio orden de cortarle la lengua.

Santa Anastasia Romana: le cortaron manos y pies, luego brazos y piernas. Como suplicara que le diesen algo de agua, le cortaron la lengua.

Aunque parezca una obviedad, a los santos que padecieron mutilaciones se les invoca contra pérdidas de miembros, hemorragias, a favor de los que padecen discapacidades por falta de miembros, las víctimas de accidentes, y para las consecuencias psicológicas que se derivan de estas situaciones.

Meldelen

También sufrieron mutilaciones: los Santos Adriano, Quirico y Julita, Mario, Bruno de Querfurt (le cortaron la mano derecha) y Juan Damasceno, que le cortaron una mano aunque a este le fue restituida por la Virgen María, así que no se vale.

Martyrium: suplicio por fuego

Martyrium: suplicio por fuego

Tras la fractura de un hueso, la quemadura es la lesión más dolorosa que percibe el cuerpo humano. A tal efecto se aplicaban en el tormento diversos métodos para quemar zonas del cuerpo, por lo general axilas, costados, pechos en el caso de las mujeres, genitales, plantas de las manos y de los pies, es decir, las zonas del cuerpo más sensibles. Esto se hacía con la aplicación de instrumentos metálicos calentados al rojo vivo, tales como tenazas, barras, planchas o pinzas, que además tenían la propiedad de cauterizar al aplicarse sobre heridas de tormentos anteriores. Se podían aplicar también antorchas o hachones encendidos. De igual modo podían disponerse lechos de brasas –a menudo combinados con trozos de vidrio o cerámica rotos- o parrillas grandes sobre los que tendían al supliciado.

Las quemaduras que producían estos instrumentos eran lesiones muy graves que se infectaban enseguida y causaban la muerte. Estos tormentos fueron muy típicos en todas las etapas de la Historia, se usaron profusamente en la Edad Media – inspirados por los antiguos y espantosos ritos de ordalía en los pueblos bárbaros de Europa- y han durado invariablemente hasta hoy, sin que hayan desaparecido en absoluto, únicamente modernizados por instrumentos contemporáneos.

Y aquí el habitual registro de mártires –no exhaustivo, como siempre- que sintieron en carne propia este suplicio, y a las que se podría invocar en caso de quemaduras –pero no por ello dejar de recurrir a la medicina, claro está-.

1. Antorchas o hachas encendidas:
Santas Basilisa y Anastasia
Santa Victoria de Córdoba
(con su hermano San Acisclo)
Santa Marta de Astorga
Santa Dorotea 
(le quemaron los pechos en una ocasión, y los costados en otra)
Santa Marina (Margarita) de Antioquía
Santa Caritina
Santa Regina
Santa Fermina
(en la imagen)
Santa Bárbara
Santa Teodosia de Tiro


2. Planchas de metal calientes:
Santa Blandina
Santa Reparata
Santa Dignamérita


3. Barras de metal:
Santa Calíope
(las usaron para quemarle la cara hasta desfigurarla)

4. Carbones encendidos:
Santa Caritina (usados para quemarle la cabeza, previamente rapada)
Santa Águeda (lecho de brasas)

5. Parrilla:
Santa Fe de Agen.
Santa Irene de Tesalónica.
Santa Fe, hija de Santa Sofía.
Santas Máxima y Donatila.
San Lorenzo.
San Vicente mártir.
Santos Tirso y Calínico.
14 de diciembre.
Santos Macedonio y Teódulo de Frigia. 12 de septiembre y 19 de julio.

6. Tenazas o pinzas:
Santa Águeda
(aplicadas a los pechos)

7. Atados a un poste y quemados vivos:
Santa Juana de Arco
San Orestes


8. Dentro de un toro de bronce ardiendo:
Santa Pelagia de Tarso
Santos Estaquio
, su mujer Teopista, y sus hijos Agapio y Teopisto.

Meldelen

Martyrium: exungulación

Martyrium: exungulación

Esta palabreja designa el acto extremadamente horrible de arrancarle las uñas a alguien, y que lógicamente tenía gran efectividad como método de tortura. Se menciona algunas veces en la Antigüedad, especialmente por lo que concierne a Persia, pero su uso se masificó en la Edad Media, sobre todo por parte de la Inquisición. Parece que su origen se sitúa en Persia y en China, con el cruel método de introducir astillas de madera o de bambú bajo las uñas y desprenderlas a golpe de maza. Pero en el caso de Roma, las fuentes mencionan el uso de úngulas o tenazas dentadas, con las que se arrancaban, indistintamente, las uñas de manos y pies. Aunque éstas vuelven a crecer tarde o temprano, fácilmente se infectaban, generando una tremenda inflamación que imposibilitaba el uso de los pies o las manos y que a menudo, si se extendía la gangrena, generaba la pérdida de estos miembros, o la muerte por infección masiva.  Lo padecieron:

Santas Justa y Rufina: (en la imagen) forzadas, después de ello, a caminar con los pies hinchados desde Hispalis (Sevilla) hasta las minas de plata en Sierra Morena. No pudieron realizar el trayecto de vuelta y hubieron de ser cargadas en el carro del pretor.

Santa Eulalia de Barcelona
Santa Anastasia Romana
Santa Victoria de Córdoba
Santa Caritina
San Benjamín
San Andrés Bobola

Martyrium: potro, garrucha, ecúleo, prensa

Martyrium: potro, garrucha, ecúleo, prensa

Se dice que el dolor físico más intenso que puede experimentar el cuerpo humano es la fractura o dislocación de un hueso. A tal efecto existían una serie de instrumentos horribles, anteriores a Roma pero muy usados durante este período, que se empleaban invariablemente en los procesos de tortura como castigo o presión.

El potro o caballete, conocida mesa de extremos móviles -que podía tener muchas formas y colocarse en diversas posiciones- estiraba las extremidades del cuerpo hasta dislocar las articulaciones, al tiempo que podían usarse otros métodos de tortura. La afirmación que hacen los hagiógrafos de que “el tuétano saltaba y se derramaba por el suelo” parece exagerada, pero se podía morir de dolor en medio del tormento.  No se puede hacer una lista exhaustiva de las mártires que lo padecieron dado lo masivo de su uso, que fue retomado en la Edad Media y ha continuado hasta el pasado siglo, pero podemos establecer las principales:

Santa Águeda (en la imagen). 5 de febrero

Santa Felícula
(murió en el tormento). 14 de febrero.
Santa Devota. 27 de enero.
Santa Marina (Margarita)
de Antioquía. 18 de julio.
Santa Bárbara. 4 de diciembre.
Santa Juliana de Nicomedia  (lo padeció dos veces). 16 de febrero y 28 de junio.

Santa Martina. 30 de enero.
Santa Julita. 16 de junio.
Santa Gudena
(lo padeció cuatro veces)
Santas Justa y Rufina. 19 de julio.
San Blas. 3 de febrero.
San Vicente mártir. 22 de enero.

Santas Reparata y Benita. Extendidas sobre el las rociaron con sustancias ardiendo. 8 de octubre.
San Juan Yi Yun-il, mártir de Corea, descoyuntaron todos sus miembros, estirándolos, luego de azotarlo. Fue la última víctima de esta persecución. 21 de enero.
San Juan mártir. 7 de septiembre.
Santos Exuperancio y Marcelo, fueron tendidos sobre el potro y descoyuntados, además, les quemaron los costados y fueron apaleados.
Santos Trófimo y Eucarpo.
San Nicolás Owen, religioso jesuita, y mártir en Londres, fue cruelmente torturado en el potro para que revelase los escondites que había establecido durante años para esconder a los sacerdotes. 22 de marzo.
San Argimiro de Córdoba, fue atormentado en el potro y finalmente traspasado por una lanza. 28 de junio.

La garrucha era una especie de polea de la que se suspendía a la persona y se le tironeaban las extremidades hasta descoyuntarlas, o en ocasiones se utilizaba una vez ya estaba el cuerpo desgajado previamente en el potro, para extremar el dolor. Fue muy usada por la Inquisición. En cuanto a mártires cristianas, es conocida Santa Dorotea, que padeció este suplicio por dos veces. Al estar la víctima colgada, se recurría al mismo tiempo a otros tormentos.

El ecúleo, habitualmente llamado cruz de San Andrés, no era realmente tal cruz sino un potro vertical en forma de X o aspa cuyos cuatro brazos se prolongaban hasta desencajar las articulaciones, según afirma el P. Rivadeneira (se llama "de San Andrés", porque el santo apóstol murió en una cruz así). Célebre es el caso de Santa Eulalia de Barcelona, que aparece asociada a él, y que es confundido con la cruz en la que luego fue crucificada. Es decir, que el instrumento con el que aparece, a veces portándolo, otras sujeta a él, es el ecúleo, no la cruz en la que moriría clavada. Las hermanas Santas Sabina y Cristeta de Ávila, junto con su hermano Vicente, también padecieron este suplicio.

Por último cabe hablar de la prensa, que no es más que la máquina usada para exprimir la uva, que en ocasiones y especialmente en Persia y la parte oriental del Imperio era usada para aplastar el cuerpo del condenado. Método tan horrible causaba la muerte inmediatamente, o como mínimo dejaba a la víctima lista para remate. Se menciona este uso en el caso de Santa Demiana en Egipto, Santa Arquelaide, Santos Jonás y Baraquiso.

Todos estos instrumentos están perfectamente documentados en la Antigüedad clásica y fueron masivamente usados tanto antes como después. Aparte del inimaginable dolor que estas aberrantes máquinas producían, las lesiones, aunque reversibles, eran lentísimas en sanar; y con frecuencia ocurría que los huesos no soldaban bien y daban lugar a taras y discapacidades de por vida (en otras palabras, creaban individuos inútiles y desechables según la cruel sociedad de entonces). A menudo se prodecía a estos tormentos en primer lugar, y a partir de ese punto el torturado ya no podía valerse por sí mismo ni tenerse en pie, por lo que era arrastrado por los carceleros, arrojado escaleras abajo, y un sinfín de infamias y afrentas añadidas que los hagiógrafos callan por ignorancia o piedad.

Naturalmente, todos estos mártires se pueden invocar, y se invocan, para dolores de huesos, fracturas, dislocaciones, caídas y demás traumatismos óseos.